LITERATURA IBEROAMERICANA

Al comienzo de esta novela de la ecuatoriana Gabriela Alemán, la protagonista —también llamada Gabriela— llega a una casa en Asunción, Paraguay. Parece abandonada, pero ella sabe que allí alguien la espera. Desconcertada, no sabe cómo anunciar su arribo: el timbre no funciona. Una vendedora ambulante la ve, se da cuenta de su situación y aplaude. “Aunque acusa el golpe, sólo le llega la remembranza del golpe. Lo que en realidad la zarandea es el recuerdo”, se lee en ese momento. Gabriela había olvidado esa forma práctica de anunciarse. Esta escena condensa el ánimo de una novela en la que la historia y la identidad de un país son una construcción de la memoria tan ligera, brusca y ajena como ese timbre improvisado.

En esta casa antigua y descuidada, mitad piedra y mitad madera, vive Pablo, quien llamó a Gabriela para darle un sobre que Andrei —padre de él y amigo de ella— dejó antes de morir. El contenido de este sobre es la historia personal de Andrei, un húngaro que migró a Paraguay en los años treinta del siglo pasado. El repaso de esos papeles abre otra línea narrativa y los capítulos van pasando alternativamente del regreso de Gabriela a las aventuras de Andrei. Es decir, desde la Guerra del Chaco, en la que un joven Stroessner perfecciona su autoritarismo, hasta los días posteriores al incendio del centro comercial Ycuá Bolaños en 2004, cuando el legado de impunidad del dictador dejó a cuatrocientas personas sin justicia. Una parte es casi un negativo de la otra: mientras Gabriela pasa frío en una casa salida de un cuento de Poe, Andrei recorre un Chaco desértico y caluroso como un personaje de Conrad. Los cortes precisos y el lento pero sostenido develamiento de la trama vuelven equilibrada e intrigante la novela. Hacia el final, sin embargo, la aparición repentina de personajes no muy detallados la vuelve confusa y uno puede llegar a dudar de la relación entre las dos partes.

Pero ¿cómo parar de leer algo que comienza así?: “Estoy por meterme en un país en guerra con la ayuda de cuatro hombres leprosos, un niño bilingüe de diez años que conocí hace una semana —y por el cual ahora daría mi vida— y Kunumí, un pequeño perro cazador de víboras”. La expedición de Andrei queda registrada en cuadernos y cartas. A partir de ellos, Gabriela —y el lector— accede a la historia de un país no muy conocido pero fascinante. Allí se peleó por un desierto con oficiales y armas europeos. Allí hubo asentamientos de menonitas canadienses, anabaptistas rusos, evangélicos estadounidenses y hasta uno de supremacistas arios establecido por la hermana de Nietzsche. Por suerte, cuando parece que la novela se inclina más hacia el documento histórico, la última escena la redime. Sólo al perder las notas de Andrei, Gabriela se da cuenta de que puede permitirse olvidar y así obtener la paz y la conclusión que su vida tanto le reclama.

 

Gabriela Alemán, Humo, Literatura Random House, 2017, 204 págs.

8 Jun, 2017
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