Mariano Ullúa / Daniel Basso

Martín Legón

12 Jun, 2025

La alegría define un linaje. Una descendencia universal que las artes visuales, a diferencia de otras artes, cada tanto condensa en una capacidad sensible de organizar y exponer jovialidad y agudeza, con y desde las superficies, prescindiendo de la solemnidad. Su encuentro devuelve entonces un estado afectivo, cruza de mirada espontánea con un modo liviano de habitar el mundo; representaciones de gracia casual difícilmente simulables.

En Yo también soy yo, los marplatenses Mariano Ullúa y Daniel Basso conforman un dúo de ingenio excelso. Un humor de espíritu absurdo que recoge una tradición (cultivada en Suiza, y desde los dadá) que en nuestra región no se exploró tanto, probablemente por los abordajes más políticos del pop y el conceptualismo en las décadas del sesenta y setenta, teniendo en otro marplatense, Federico Manuel Peralta Ramos, su mayor referente local. Ullúa y Basso construyen juntos dos muestras gratamente indivisibles, como lo son los buenos discos en colaboración o las novelas a cuatro manos.

Dicho esto, lo doblemente expuesto amerita y presta margen para un desglose. Ullúa encarna el dibujo con la certeza de saberlo infalible y atemporal, hasta el punto de explorar la línea dentro del espacio en tanto motivo vital en sí mismo. La sensación que deja el artista es que podría dibujar cualquier cosa en casi cualquier tamaño, incluso en tres dimensiones; primero porque tiene un talento natural para trasladar ese saber hacer al mundo; segundo porque la conclusión última parecería sortear que el dibujo todo lo puede y que por eso nos acompaña desde las cavernas como sentencia de lo inigualablemente humano. Basso, por su parte, sigue en un sendero de envidiable solidez ultrapersonal; más de veinte años nos separan de su bijouterie para camiones, tempranas obras de 2004 en las que ya estaba descrito (como en el primer verso de Vallejo) todo su universo: enarbolados de elegancia art decó, acromegalia mater ...

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