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Fargo (segunda temporada)

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CINE y TV

Segundas partes nunca fueron buenas, dice el viejo refrán. En rigor, la televisión tiene tantos ejemplos para reafirmarlo como para desmentirlo. 2015 vio el estreno de las segundas temporadas de dos éxitos de crítica de 2014 con elencos rotativos e historias autoconclusivas. La diferencia: True Detective falló en su ambición, con un guión innecesariamente complejo, errores de casting y la ausencia del director clave en la primera temporada, mientras que Fargo no sólo logró superar su propio alto estándar sino que se permitió continuar hilando una inteligente continuidad entre personajes, situaciones y climas con raíces en el film homónimo de los hermanos Coen de 1996. (El año pasado, True Detective y Fargo también estuvieron hermanadas en la desgracia: fueron dos de las “influencias” de Signos).

Como en las películas de los Coen (aquí acreditados como productores ejecutivos), las historias de Noah Hawley —responsable de la serie— abundan en casualidad-como-causalidad, humor negro, perdedores y diálogos tan efectivos en pantalla como en papel. Pero Hawley, sin caer en la sensiblería, agrega un cariño especial por algunos de sus personajes, la familia de policías que ya conocimos en la primera temporada. Esta última Fargo, en su esencia, es la historia de tres familias, de las cuales dos se van desintegrando por ambición y rencores.

Pero la temporada ambientada en 1979 también es la base para que Hawley nos recuerde que el mundo tal cual lo conocemos hoy comienza en los ochenta. El autor toma como ejemplo central el modelo tradicional de mafia, desplazado porque “sólo queda un negocio en el mundo, el negocio del dinero, sólo unos y ceros” (la misma transición era mostrada por Martin Scorsese en Casino). Los matones locuaces como Mike (Bokeem Woodbine) dejan paso a los contadores.

1979 le siguió a 2006 (primera temporada) y 1987 (film), y el próximo año tendremos una tercera temporada que transcurrirá en 2010. Pero más allá del universo expandido, Hawley va dejando referencias más o menos sutiles al resto de la filmografía de los Coen: dos momentos pivotales de la temporada se deben a la aparición de lo que sería un discutible deus ex machina, de no ser porque los hermanos ya lo habían utilizado en El hombre que nunca estuvo.

Es un ejercicio interesante volver a mirar, después de casi veinte años, el film que originó todo. Si bien el guión y las actuaciones no han perdido nada de su poder (y el patetismo de William Macy fue replicado por Martin Freeman en la primera temporada), la Fargo de los Coen parece un excelente telefilm de cien minutos al lado de dos películas de más de ocho horas repartidas en dos temporadas (la serie). Difícil encontrar un mejor ejemplo del desarrollo de la televisión como medio para hacer ficción.

 

Fargo (segunda temporada), creada por Noah Hawley, FX, 2015.

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