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Año 1942. El teniente Max Vatan (Brad Pitt) tiene la misión de asesinar a un embajador nazi. La rebelde francesa Marianne Beausejour (Marion Cotillard) será su cómplice. Juntos fingirán ser un matrimonio de la alta sociedad en una fiesta de ocasión y, cuando llegue el momento oportuno, darán el golpe. Ambos sobreentienden que la misión será suicida y, sin embargo, se salvan. Debido a esa segunda oportunidad del destino (?), deciden reescribir sus vidas, se van a vivir a Londres, se casan y tienen una hija. Pero resulta que Marianne podría no ser quien dice ser, y así se desencadena un sistema de cajas chinas vinculado al espionaje, la identidad, el dormir con el enemigo. Acerca de cuánto conocemos realmente a la otra persona. Nada que no se haya visto antes, pero narrado con dinamismo, con mucha soltura e inteligencia. En una película de Robert Zemeckis es difícil esperar otra cosa.
Ahora bien, ¿dónde radica el atractivo para el espectador? Precisamente en su eficacia como artificio. ¿Y el atractivo para el crítico? En el extraño fenómeno que suscita el abordaje demasiado estético de sucesos históricos reales. Nos explicamos: la película, en lugar de ser realista, es profundamente irreal. Aquí es necesario hacer un paréntesis: no hay que confundir el hecho de que la película esté atravesada por sucesos reales (la Segunda Guerra Mundial) con que la película sea realista. Lo real es la Segunda Guerra Mundial, el realismo es otra cosa. En Aliados hay un cuidado estético (visual, pero también ideológico) tan subrayado que el sentido mismo del film se trastorna. La película busca (y consigue) la efectividad cinematográfica en cada escena, pero esa efectividad depende del uso y abuso del género. Luego, la película luce más como una parodia que como otra cosa, aunque esto no es un defecto sino una virtud. No es una película romántica ni una película de espionaje pero utiliza sus formas, se viste con sus ropajes para, finalmente, significar otra cosa. Es una especie de experimento posmoderno de resultado nuevo y desconcertante. La escena en la que Max va a buscar al testigo de Marianne a la prisión y lo encuentra borracho parece un gag cómico que podría estar extraído directamente de Top Secret (1984). Otra película que sirve para ilustrar perfectamente esta transgresión semántica a partir de la manipulación estética basada en sucesos históricos es Bastardos sin gloria (2009). El hecho de que Brad Pitt sea el protagonista de ambos films puede no ser una mera coincidencia, y ahí es donde arriesgamos que la sofisticación ética y estética y el abuso de un género gastado modifican el sentido de una película y vuelven irreales los sucesos históricos, para beneplácito de la sociedad del espectáculo.
Aliados (Gran Bretaña/ Estados Unidos, 2016), guión de Steven Knight, dirección de Robert Zemeckis, 124 minutos.
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