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La drástica separación entre adentro y afuera que demarca la vida de oficina de Severance equivale al problemático abismo que divide toda primera temporada televisiva de su segunda, y que en el caso de la serie creada por Ben Stiller y Dan Erickson se torna decisivo, un antes y un después ya sin retorno a la premisa inicial. Descalabrado el tabique identitario de los trabajadores de Lumon por una revuelta interna que llevó a los “innies” a rebelarse contra sus ominosos empleadores en un “alzamiento de Macrodatos” de público conocimiento, Mark S. (Adam Scott) y compañía emprenden un cabizbajo retorno a funciones por designio de sus “outies” —los miméticos alter egos que prosiguen su rutina diaria por fuera de la empresa— no sin un reseteo corporativo —una “reforma separacional”—, que conlleva el reemplazo de la disidente jefa de planta Harmony Cobel (Patricia Arquette) por el resolutivo Seth Milchick (Tramell Tillman) y la aparición de caras nuevas como la imperturbable supervisora adolescente señorita Huang (Sarah Bock). Por lo demás, en las simétricas y resplandecientes instalaciones de Lumon se reúne otra vez ante sus monitores el equipo capitaneado por Mark que integran Helly Riggs (Britt Lower), Dylan G. (Zach Cherry) e Irving B. (John Turturro), aunque inevitablemente algo en sus interacciones se ha roto para siempre.
Así, si en la primera entrega la distopía funcionaba como sátira surrealista de la burocracia tecnócrata al concentrarse en el enigmático lazo entre “innies” y “outies”, ahora la ficción se desdobla tanto hacia fuera como hacia dentro al ahondar, por un lado, en la subjetividad deslindada de los “innies”, y al expandir por el otro las derivas de los personajes hacia paisajes y locaciones remotas. Es lo que sucede en el catártico cuarto episodio, una excursión laboral a un bosque de pintoresquismo weird con el propósito de disipar malas energías que paradójicamente sale de la peor forma, desencadenando una ráfaga de revelaciones y rupturas irreversibles que ponen legítimamente en marcha la temporada. Aunque los subsiguientes episodios echarán algo de luz sobre los destinos secundarios de Irving (lo que incluye el regreso del gran Christopher Walken como el retirado Burt), Dylan o la inclaudicable Cobel, la trama arraiga en el debate pasional de Mark entre la supuestamente fallecida esposa de su “outie” a la que debe rescatar de Lumon (la señorita Casey/Gemma Scout, interpretada por Dichen Lachman) y su tan fiel como ambivalente colega Helly, que en su faceta “outie” es nada menos que la descendiente del estatuario fundador decimonónico Kier Eagan y la hija del actual director de la empresa, James Eagan (Michael Siberry). Ligado a esta intriga laberíntica propia de Teseo, Mark está concluyendo sin saberlo un experimento secreto de Lumon llamado Cold Harbor por el que podría convertirse según sus superiores en “una de las personas más importantes de la historia”, y que alcanza su clímax en un inmejorable décimo episodio que reaviva las expectativas.
Deslumbrante y errática por igual, Severance se sostiene en su eficaz imaginería paranoica espolvoreada de hallazgos que actualiza a Kafka y a Orwell, a Gilliam y a Kaufman, si bien el enredo de dualidades amenaza con arrastrarla al mismo precipicio en que cayó Westworld. Al contrario que aquella tira sobre clones y mundos virtuales volcada a un puro exterior, Severance sigue siendo aún fascinante por su fusión orgánica de simulacro, realidad y fantasía, un estado de cosas en donde la tecnología y el control pueden ser asimismo llaves para acceder a un despertar interior.
Severance (segunda temporada), creada por Dan Erickson, Apple TV, 2025, 10 episodios.
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