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El boxeo probablemente sea el deporte que ha provisto las mejores contribuciones literarias. Hay ejemplos notables en otras esferas, pero el boxeo tiene algo que parece estimular una forma de creatividad y urgencia que no ocurre, por ejemplo, en el terreno del fútbol, disciplina que, a pesar de sus numerosos aspirantes, todavía no ha encontrado su cultor superlativo. Y es quizás que el boxeo tiene dos ventajas claves para la imaginación literaria: la objetividad —el escritor es casi inevitablemente un espectador— y el riesgo. En términos físicos, económicos, éticos y mentales, es un deporte rico en crisis potenciales. Para un escritor, los conflictos del box son algo así como sangre para un vampiro.
Históricamente, el boxeo ha sido un reino casi con exclusividad masculino, pero en los años recientes eso ha cambiado gracias a algunas boxeadoras que se han convertido en verdaderas estrellas y a estadios llenos que muestran que al fanático típico el género no le importa. Lo que vale es que haya dos seres humanos allí en el ring esforzándose para derribar al rival.
Esta maravillosa novela de Rita Bullwinkel (leída en su inglés original, por lo que en esta reseña no se comenta la traducción publicada por Sexto Piso) está ambientada en un momento anterior a la inclusión de las mujeres en los sistemas profesionales, cuando la infraestructura era decididamente amateur, particularmente entre menores. Cada capítulo de la novela, estructurada en torno a las finales de un torneo nacional para jóvenes de hasta dieciocho años, bajo el nombre llamativo “Hijas de América” —con todos sus ecos de la organización “Hijas de la Revolución Americana”—, registra una pelea entre las ocho adolescentes que han llegado hasta esa instancia del torneo, y de ahí hasta la gran final. Es un recurso sumamente efectivo, que retrata con prosa cuidada y a veces extrañamente soñadora las tensiones de una pelea en vivo y sus ritmos asociados, altos y bajos, y a la vez ofrece la oportunidad cortazariana de entrar en las mentes de las ocho chicas para conocer sus preocupaciones, memorias y estrategias para ganar, y también sus vidas futuras en breves epílogos intercalados.
De esta manera, Bullwinkel produce ocho retratos complejos y cautivantes de jóvenes mujeres comprometidas con un oficio arduo que a nadie más le importa; los únicos espectadores en la arena son los jueces, las otras competidoras, algunos familiares, los entrenadores y un solo periodista del diario local. La autora nos ofrece una trama sofisticada que abarca desde la urgencia pasajera de ganar un torneo que ni viene con un premio que valga el nombre hasta las decisiones que definen el curso de una vida entera. Es un juego de contrastes; entre la intensidad de las emociones de las chicas y la indiferencia o la desidia de los entrenadores y jueces (todos hombres de una cierta edad), entre las reglas claras de un deporte y las ambigüedades opacas del mundo exterior. Nunca en sus vidas tendrán estas jóvenes deportistas otra oportunidad de ganar algo tan portentoso como un torneo nacional, pero Bullwinkel no deja que se filtre ninguna ilusión sobre el significado real para la eventual ganadora. Si eso suena un poco desalentador, el alivio llega en la forma de las mismas protagonistas; vívidas, entrañables y memorables, saltan de la página. A pesar o como consecuencia de todo lo que sabemos sobre sus pasados, presentes y futuros, nos importa de verdad descubrir quién va a ganar. Sabemos que los resultados no tienen ninguna importancia y, sin embargo, parecen ser lo único que cuenta. Son paradojas así las que hacen que valgan la pena el deporte, la literatura y la vida misma, y es una demostración del talento de Bullwinkel haberlas conjugado en una manera tan original.
Rita Bullwinkel, Golpe de luz, traducción de Ce Santiago, Sexto Piso, 2025, 196 págs.
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