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El pensador coreano Byung-Chul Han insiste en que, en las sociedades contemporáneas, la fase disciplinaria —tan bien estudiada por Foucault— está aún presente en nuestra organización corporal, y sus efectos son la condición de posibilidad del surgimiento de unos nuevos cuerpos siempre disponibles para la producción, basados en un esquema positivo del poder hacer. En esos márgenes porosos entre el disciplinamiento y el rendimiento se posiciona Lub-Dub, la última obra de la prolífica coreógrafa Roxana Grinstein.
La danza contiene en su propia historia una de las técnicas de control corporal más extraordinarias que han existido: la danza académica, que se ha desarrollado en una línea progresiva hacia el disciplinamiento y la normativización de los cuerpos. De este modo, no es casual que Lub-Dub revisite contemporáneamente esta técnica para construir un universo metafórico sobre los mecanismos de control, los ultrajes del poder y las premisas y demandas del rendimiento corporal.
Es en esa lucha-sumisión contante en la que se encuentran Carla Rímola y Julia Gómez. Una lucha por ser hiperefectivas y precisas aunque sus cuerpos no puedan evitar rebelarse y develarse sufrientes, agotados y desarticulados. El espacio casi vacío —sólo una silla con una luz cenital y una serie de líneas y puntos diseñados en el piso— contrasta con la hiperkinesis de las intérpretes que contantemente buscan el movimiento eficaz, construir geometrías perfectas con sus cuerpos vaciados, abstraerse de la propia corporalidad cansada y doliente. Estos cuerpos contenidos por las diferentes prótesis del ballet —corsets, fajas y zapatillas de punta— finalmente muestran sus grietas, evidencian el cansancio y el esfuerzo que el ballet siempre ha buscado invisibilizar: se caen, transpiran y se agotan en la repetición incansable del gesto autotélico y autómata.
La obra de Grinstein dialoga explícitamente con el disciplinamiento que provocan las instituciones escolares, con su pretensión totalizadora y homogeneizadora que regula los modos de aprendizaje y sus contenidos. La perseverancia enloquecedora de “las tablas de multiplicar” dictadas por Juan Pestaña —el ícono infantil mexicano de los años setenta— vuelve como constante sonora que se va mezclando con las voces imperativas de Rímola y Gómez.
Lub-Dub, esos sonidos que el corazón emite en su funcionamiento son el motor del cuerpo máquina pero, a la vez, son la sonoridad de aquello intangible aunque certero que da cuenta de un cuerpo que vive, atravesado por deseos y sensaciones, donde el fluir de la sangre no deja de ser la pulsión vital que siempre resiste y, en su continuidad, se rebela frente al poder.
Lub-Dub, coreografía y dirección de Roxana Grinstein, El Portón de Sánchez, Buenos Aires.
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