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Cyborg es una figura de lo heterogéneo. Resultado de acoplamientos múltiples entre series discontinuas, su seducción radica en la hibridez de sus componentes. Oscilando entre lo orgánico y los artefactos protésicos, cyborg es un tropo que convoca lo diferente, aquello que no puede ser pensado desde las coordenadas binarias que trazan los dualismos sexo/género, hombre/mujer, naturaleza/cultura, mente/cuerpo.
En su Manifiesto cyborg, Donna Haraway entiende esta figura como “un organismo cibernético, un híbrido de máquina y organismo, de realidad social y también de ficción”; como “una criatura en un mundo post genérico”. Género, que en su indistinción semántica en español no permite señalar con nitidez si se alude al género sexual, al discursivo o sencillamente a los objetos de comercio como la tela.
En Barro los tres géneros aparecen mezclados. Seduction of a Cyborg es el título de la muestra que inauguró el 13 de agosto, curada por Florencia Cherñajovsky, y que toma su título del video del año 1994 de la artista Lynn Hershman allí exhibido. En el espacio de La Boca conviven obras de artistas argentinos como Nicanor Aráoz, Fernanda Laguna y Elena Dahn con trabajos de David Douard (París) y Rochelle Goldberg (Nueva York).
Desde la puerta de Barro, la dispersión de las piezas en la sala aparece como primer efecto. Las estructuras de hierro de Goldberg y la máscara de cerámica de la pieza “Gate Keeper” son lo primero que parece convocarnos. Ante nosotros, un rostro de cerámica sostenido en una estructura de un cuerpo inorgánico. Junto a ella, una precaria arquitectura atribuida a Douard interviene el espacio abreviándolo y generando una sensación de mayor proximidad con las tres obras del artista que penden de ella.
El contraste entre materiales (aluminio, tela, mimbre, cerámica, hierro) acrecienta la discontinuidad. Por fuera de la estructura, la pieza de Nicanor Aráoz realizada en espuma de poliuretano y neón exhibe un cuerpo sin cabeza suspendido en el techo desde los pies y con un brazo recogido en el pecho. El cuerpo humano es convocado sólo por algunos trabajos: dos situados al inicio, algunos dibujos y la pieza con la que termina el itinerario. En el recorrido, lo informe gana la sala y se expande. Las obras se contaminan y solapan. Las estructuras se infectan entre sí y el sonido de los dos videos se invade mutuamente.
El andamiaje de metal site specific genera un quiebre de la perspectiva en el espacio, recorta la sala y arma recorridos. El efecto general es difractario, y nada parece estar representando la totalidad allí reunida. Sólo ese sentido parece recuperar la propuesta curatorial de los planteos de la teórica feminista y posestructuralista Donna Haraway y la figura del cíborg. Hay, sin embargo, un estado conciliatorio de lo informe que se sobreimprime como efecto de conjunto y que aparece resumido en un fragmento del cuento “Amigas” de Fernanda Laguna: “La computadora fue feliz para siempre y era mentira que necesitaba electricidad y dependía del hombre”.
Seduction of a Cyborg, curaduría de Florencia Cherñajovsky, Barro Arte Contemporáneo, Buenos Aires, 13 de agosto – 1 de octubre de 2016.
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