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Metrónomo es un espacio de arte que funciona en/desde una vitrina en el Pasaje Obelisco Norte Juan de Garay, conectado con la línea B del subte; allí se exhibió hasta hace poco Barón Biza, artista conceptual, una pintura instalación de Laura Códega, Julieta Ortiz de Latierro y Aurora Rosales.
El ámbito no es azaroso. El pasaje, creado por Raúl Barón Biza, funciona como preludio de la obra: las artistas rescataron el gesto fundacional de Barón Biza, quien empeñó una fortuna con la intención de convertir ese espacio en “una alegre calle subterránea”. “Yo fui –escribió en 1960– concesionario municipal. Queriendo rehacer mi fortuna perdida en acciones que se desvalorizaron en la última crisis, me presenté y obtuve, por mejor postor, en licitación pública realizada en el Banco Municipal, la explotación de un pasaje que estaba abandonado desde su construcción, hace ya veinticinco años, y que servía de refugio de pordioseros y malandras”. Hoy, resulta evidente que la predicción resultó fallida. El pasaje aún debe estar magnetizado con el aura podrida de Raúl.
Barón Biza, artista conceptual es un dispositivo multidireccional: detrás de la vitrina, un cortinado se abre para descubrir una pintura que contiene varias otras pinturas y desvíos, un diorama que recoge episodios en la vida-mito de un millonario caprichoso, con la misma dosis de convicción y demencia que Howard Hughes, pero sin su cualidad visionaria.
La vidriera deja asomarse a un escenario de composición meticulosa que responde a un imaginario de clase y época: paredes con molduras, marcos dorados y plateados, lámpara de araña, jarrones, juego de té, alfombras. Sobre la superficie pictórica se adhiere una gigantesca botella de champagne Baron B, en la base están los libros de Raúl –El derecho de matar, Por qué me hice revolucionario, entre otros–, y hay perlas dispersas, indicios de una hipotética novela policial. Retratos de su primera esposa, Myriam Stefford, una pintura de Roberto Aizemberg, Barón Biza posando ataviado en pieles detrás de la ventana, el avión piloteado por Myriam a punto de estrellarse en San Juan.
La saga familiar de Barón Biza es un guión en sí misma: romance, locura, intrigas políticas, riqueza y muerte (muchas muertes). Cruce entre La casa de los espíritus, Dinastía y Twin Peaks, la historia, dirigida por el Paul Thomas Anderson de There Will Be Blood, sería memorable. No es difícil imaginárselo a Jeremy Irons como Raúl.
Códega, Ortiz de Latierro y Rosales aprovechan la carga melodramática de la vida de Barón Biza para componer una puesta en escena polifónica. La multidireccionalidad no sólo tiene que ver con las narraciones que despliegan, sino también con los sucesivos estilos pictóricos que replican y citan: la fotografía de estudio de los años veinte, la pintura metafísica, el expresionismo, el art déco, la arquitectura funcionalista, forjan un monumento extraño y ambicioso en un contexto en perpetuo deterioro.
Laura Códega, Julieta Ortiz de Latierro y Aurora Rosales, Barón Biza, artista conceptual, Galería Metrónomo, Pasaje Obelisco Norte Juan de Garay, Buenos Aires, junio – julio de 2013.
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