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Variante aggiornada de “la crítica como forma moderna de la autobiografía” (uno de los famosos eslóganes piglianos), quizá la biografía también pueda ser entendida como forma de la autobiografía: las posibilidades de escritura que hay en la vida de otro escritor, que me cautiva por trabajar mi propia vida literaria. ¿En qué lugar? Allí donde, por ir montada mi escritura a una incertidumbre, otra vida se vuelve referencia de inestabilidad. La vida ajena se plantea así, no como respuesta, sino como pregunta que al formularse abre el hiato en mi propia vida de escritor. El escritor de referencia, el modelo, no es aquel que toma de la mano al escritor por venir y lo lleva hasta la otra orilla, sino quien mejor designa esa distancia: hay identificación, sí, pero con una identidad imposible, en perpetua formación.
Las manías, los desacatos, la pobreza con que debe lidiar el biografiado, momentos que a primera vista se muestran como signos del demonio que lo habita, no representan necesariamente manifestaciones de una fidelidad a sí mismo, a lo que se ha llegado a ser. Son más bien modos de presentar la incomodidad frente a lo que todavía no se es, retratados en episodios de incomprensión por parte de un medio mezquino, que sin embargo se desea conquistar (pero también en postales de extravío, por efecto de un tenaz inacabamiento personal). De ahí la antipatía que despiertan en el lector los momentos opuestos, de autocelebración, que, como muestra Mauro Libertella, no faltan en Piglia, con la salida de Respiración artificial, por ejemplo, o mediante el truco de adjudicar los diarios a su alter ego, Emilio Renzi, movimiento que hunde a Renzi en el chiquitaje literario conforme se pretende poner al autor más allá, en el bronce.
En suma, los monumentos de sí mismo atentan contra la percepción del biografiado como personaje, que es la manera de leer una biografía como literatura. La pregunta que sobrevuela la biografía es entonces la de cómo no se llega a ser escritor, o la de cómo alguien siguió escribiendo ante la amenaza permanente de no poder hacerlo. De este modo, la trayectoria siempre incierta de un escritor se vuelve metáfora de la escritura, y esta es la segunda manera de apreciar la biografía como literatura. En total, cuando digo que la biografía es el modo moderno de la autobiografía, habría que poner el énfasis en la modernidad del asunto: la biografía, igual que la novela moderna, pertenece al azar de una sintaxis infinita, fatalmente inmovilizada en el continuo de las oraciones.
Mauro Libertella en Ricardo Piglia a la intemperie debe incluir estos tramos antipáticos, satisfechos de sí mismos, porque, antes que a una colección literaria, su libro pertenece a una colección periodística, donde la biografía participa menos del azar de la escritura que de la obediencia a una “verdad de los hechos”, línea editorial que viene equipada con su propio manual de estilo: composición lineal y documentada, contraste de fuentes, visita a los “lugares” de la acción, etcétera. Sin embargo, Libertella, pertrechado como nadie para contar una vida (lo demuestra su saga autobiográfica), se las arregla para traficar literatura allí donde está llamado a obedecer al dato. Lo reconocemos por el afecto que despierta en este relato abigarrado cierto Piglia, desde todo punto de vista innecesario, sobre el que sin embargo se insiste.
Pero como no hay lugar para desarrollarlo (haría falta otro libro, de otra especie), las zonas de escritura funcionan de manera contenida: más que a un despliegue, el lector asiste a una sugestión, que funciona por naturaleza repetitiva y que el mismo lector deberá desenrollar en una escritura propia, a medias comprobable, a medias imaginativa. O a mitad de camino entre la prueba y la imaginación. Por arte de la sugerencia, ahora sí, retorna a escena el Piglia entrañable, haciendo pasar la vida por lo que en ella insiste, una franja por donde andan juntos el biógrafo y el biografiado. Menciono dos: la compulsión de Piglia a la soledad de los hoteles (a la que el lector podría agregar un sobretodo gastado o alguna otra especie de pobreza), la empecinada negativa de Piglia a ser padre (tesoro donado de generación a generación, y transmutado en el deseo pedagógico de Piglia, que de todos, incluido el lector de este libro, ha sido profesor).
Mauro Libertella, Ricardo Piglia a la intemperie, edición de Leila Guerriero, Universidad Diego Portales, 2024, 232 págs.
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