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Entre nosotros y el objeto, el primer proyecto a gran escala que Santiago De Paoli presenta en Móvil, es una muestra que sucede a nivel del suelo y obliga a adaptar nuestros cuerpos al fluir rasante del entramado de objetos que el artista dispuso sobre el piso y que unió por medio de frágiles conectores realizados en yeso. Como un dibujo en el suelo (o como la representación de algunos de sus dibujos y pinturas previos), este archipiélago de objetos está contenido en un gran cuadro sinóptico que podemos transitar, pero no alcanzamos a reconstruir en su totalidad, y que sólo sería posible captar desde un punto de vista superior. En cambio, podemos reconstruir mentalmente las correspondencias o experimentarlas en su cercanía. ¿Cuál es la distancia entre nosotros y los objetos? ¿De qué se compone esa relación? ¿Qué nos moviliza a construir objetos, a conservarlos, modificarlos o incluso destruirlos?
Las referencias en la muestra son múltiples, y justamente a De Paoli le interesa ensayar la condición elástica de la mente que puede leer de diferentes modos las relaciones que se den entre los objetos y un espacio dado y sus infinitas variantes. Sin embargo, hay una pieza clave que recibe al espectador al inicio de la muestra. Como en una escena de vanitas —ese género tan extendido, especialmente en el Barroco nórdico, que recuerda la vacuidad de la vida terrenal—, un cráneo en yeso tiznado es el primer elemento que organiza todo el sistema. A igual que en otros objetos de la muestra, el artista decidió modificar su escala agigantando su presencia y provocando dislocaciones perceptivas, que serán una constante en las escenas restantes. No hay desarrollo lineal, sino un juego de correspondencias entre motivos iconográficos con referencias al cristianismo primitivo, a géneros tradicionales de la pintura como el bodegón y el paisaje, y objetos que expresan diferentes estados de la materia.
La exigüidad de la vida y la transformación de la materia se expresan a partir de una serie de imágenes con alusiones simbólicas. La degradación de un trozo de pan enmascarado en un objeto en yeso con forma de pie (¿o de prótesis?) junto a una rama seca evoca el ritual cristiano y la alquimia del pan transmutado en cuerpo y viceversa. Una papa, fuente de energía vital, en pleno proceso de descomposición, permite anclar la única pintura colgada del muro, como si una mano jalara de un hilo para retener un cuerpo extraño a punto de pasar a otro plano de existencia material.
La técnica del fresco y el modelado en yeso imprimen al conjunto un carácter diáfano y primitivo y una caducidad imposible de predeterminar. Puede ser que estos objetos se conserven o que se transformen nuevamente en polvo con el paso del tiempo. Y si eso pasara, hay un objeto que podría conservar la memoria del acontecimiento pretérito: una vieja olla en cuya superficie el artista grabó, letra por letra, un texto de lectura casi imposible. Quizás la relación entre nosotros y los objetos esté más próxima al fragmento y al despojo que a su factibilidad.
Santiago De Paoli, Entre nosotros y el objeto, curaduría de Alejandra Aguado y Solana Viamonte Molina, Móvil, Buenos Aires, 9 de abril – 11 de junio de 2016.
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