Muchos artistas que me gustan pasaron por el taller de Diana Aisenberg o estudiaron con Marina de Caro; otros tantos reconocen en sus biografías el lugar significativo que han tenido en su formación las artistas Susana Schnell o Mónica Girón. Ahuva Szlimowicz, que hoy tendría ochenta y cinco años, dejó una marca imborrable para una generación de artistas que además de ser muy talentosos, son grandes maestros.
La historia del arte le dedicó capítulos enteros a la relación entre maestros y discípulos porque siempre existieron al margen de la academia espacios de donde salieron maestros y artistas magistrales. Diana Aisenberg es parte de ese linaje, de esta cadena de maestras y maestros para los que la enseñanza no es algo circunstancial, sino más bien para quienes educar —tal como cita Aisenberg a Yeats— no es llenar un cubo, sino encender un fuego.
En MDA, Aisenberg comparte sus ejercicios. Reflexivo en lo que respecta al lenguaje (en 2004 la misma editorial de MDA publicó Historias del arte. Diccionario de certezas e intuiciones), el libro tiene una lista de palabras prohibidas por haber perdido el significado de tanto y mal uso. El método de Diana Aisenberg promueve la experimentación, el entrenamiento a favor de la desinhibición, el trabajo horizontal y la investigación colectiva.
En el taller-escuela de la artista, el afecto es un pilar fundamental para la trasferencia de conocimiento. Allí se crea una comunidad, un espacio donde a lo largo de un año los alumnos se dedican a pensar un tema, donde se entrenan a partir de un sistema aceitado de preguntas y de una guía de referencias afectivas, geográficas, artísticas o literarias. En el taller ubicado sobre avenida Corrientes los alumnos no hacen obras, sólo ejercicios.
Festejo la existencia de MDA porque comparte treinta años de investigación sobre una metodología pedagógica creativa y desafiante; porque son escasos los escritos sobre educación artística, aun en un momento en que crece con fuerza el interés en lo educativo (nótese el lugar que ocupan los programas pedagógicos en las bienales o en los museos). Por último, festejo la existencia de MDA porque funciona como estímulo para los lectores (artistas y no artistas) para seguir pensando qué significa educar y cómo queremos seguir aprendiendo.
Diana Aisenberg, MDA. Apuntes para un aprendizaje del arte, Adriana Hidalgo, 2017, 216 págs.
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