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Tres impresiones

Mario Arteca

LITERATURA ARGENTINA

El arte se ajusta muy bien a la categoría de lo que se conoce como hiperobjeto: se distribuye masivamente en el espacio en relación con los humanos, es “no local” (su carácter ubicuo lo confirma) y su temporalidad difiere ostensiblemente de la nuestra: en el presente conviven en igualdad un retrato de Enrique VIII de Hans Holbein y un Balloon Dog de Jeff Koons. De este paradigma se vale Mario Arteca (La Plata, 1960) para expresar, en Tres impresiones, el enrevesado juego de las formas de representación. Todos los poemas del volumen —compuesto a partir de los libros Hexágono y diagonal, Nuevas impresiones y La impresión de un folleto— funcionan como pequeños teoremas de acercamiento: el autor se vale de opiniones ajenas y de percepciones propias para hablar de arte como si fuese necesario tensar una red de referencias antes de unir los puntos. La red, claro está, es el poema.

Lo primero que llama la atención de Tres impresiones es su carácter aprogramático; como si se tratase de un pescador oportunista o de un fanático del ready-made (“La reacción del artista se dio en el tratamiento de la técnica”), el autor encuentra un sinfín de referencias que va adosando a los poemas: indistintamente un texto puede cerrar con la fecha de fallecimiento de Peter Weiss (“10 de mayo de 1982”) o abrir con las dimensiones de un cuadro de Janez Bernik (“Magma. 1,53 x 1,02 m”). Lo segundo es la “mirada política” (¿un manifiesto?) de Arteca, algo que Jorge Monteleone subraya agudamente en la contratapa; esta mirada aparece, por ejemplo, en “Victor V.”: “El arte presente se transporta hacia innúmeros, / a deseos donde el arte de mañana será tesoro / común, o no será”. Lo tercero que se debe remarcar es su tentativa de abarcarlo todo: el acopio de material del que se ha valido el autor de Hotel Babel (la colección completa de Diagonal Cero y Hexágono 70) sirve como base sólida para una multiplicación: un tipo de crecimiento exponencial, a su vez conservado (como el de una bacteria, como el de los ciclos de amplificación del ADN en un termociclador) y gratuito. Como si se tratase de una obra en loop —efecto espléndidamente descrito por Graciela Speranza en Cronografías (2017)—, cabe preguntarse si los múltiples sentidos de este libro terminarán alguna vez.

La metáfora del “tríptico” (de El Bosco a Francis Bacon, de Van der Goes a Rubens) se ajusta a Tres impresiones como modelo: tres obras abiertas que, al cerrarse, forman una cámara perfecta.

 

Mario Arteca, Tres impresiones, Añosluz Editora, 2017, 186 págs.

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