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Sin principio / Sin final es una experiencia impresionante. El diálogo entre el artista Ignasi Aballí y el comisario João Fernandes eleva el diseño expositivo a un nivel estratosférico. El arte conceptual del célebre autor de listados (hojas de papel donde se ordenan recortes de prensa que citan datos o nociones; collages ordenados caprichosa e inteligentemente para revelar, mediante fricción o complementariedad, epifanías) encuentra plataformas y laboratorios en todos los rincones del museo. Tanto los cristales de las ventanas como los umbrales o las paredes, por ejemplo, se convierten en piezas. Cada pared está pintada con un tipo diferente de blanco, cuyo nombre se explicita en ella, de manera que los muros constituyen un catálogo, una clasificación, en sintonía con las instalaciones que también indexan los tonos del verde, el azul, el gris, el negro o el amarillo. La señalética, irónicamente, está configurada con piezas que nos advierten de que no hay que tocar las obras o que nos recuerdan que estamos vigilados por cámaras de seguridad. Una de ellas reza “Exhibition continues” y eso es precisamente lo que ocurre en todo momento: que estamos en una cinta transportadora en que cada detalle, artístico y curatorial, discursivo y metadiscursivo, es absolutamente significativo. Una pieza más en un puzzle de enorme complejidad. Hasta el catálogo (que incluye, en otro volumen gemelo, una larga conversación entre Fernandes y Aballí, y excluye textos teóricos) es una pieza de la exposición.
Recorrer la muestra puede llevar a alguna “experiencia estética clásica”, diría que hasta “sublime”: los listados de nombres de países, regularmente enmarcados, configuran un atlas que produce vértigo; los ocho cuadros monocromos de Papel moneda, con esos colores hipnóticos, te transportan sensorialmente como lo hacen los de Rothko, para hacerlo después intelectualmente, cuando descubres que han sido confeccionados con virutas de billetes de euro, es decir, que son una reflexión sobre el valor y el mercado del arte, un pantone del capital. Pero esos momentos particulares tienen menor importancia que la lectura o experiencia de conjunto. No es casual que muchas de las obras trabajen con hojas arrancadas de libros. Índices, partes de tratados, manuales y novelas; porque la exposición es literalmente enciclopédica. Cada momento es relevante, pero lo que realmente importa es el asombroso conjunto.
La influencia de Georges Perec en la literatura y el arte contemporáneos es innegable. Sólo hay que mencionar, en el primer ámbito y por limitarme a autores en español, a Roberto Bolaño, a Enrique Vila-Matas, a Mercedes Cebrián o a Robert Juan-Cantavella; y, en el segundo, dos exposiciones barcelonesas: Especies de espacios, que se puede ver ahora en el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona, comisariada por Frederic Montornés; y Contra Arranz-Bravo, que en el Tecla Sala ha coordinado Aina Mercader. Pero Sin inicio / Sin final demuestra que Aballí es su gran heredero directo. Su arte de pensar y de clasificar nos obliga a reconsiderar nuestras formas de percibir y de asimilar no sólo el mundo y sus representaciones, la realidad y sus recortes mediáticos, sino también las grandes estructuras que hemos creado como máquinas de archivo y de lectura de esa relación entre lo real y sus espejos. Empezando por el museo. Esas salas del Reina Sofía son una gran novela, un gran ensayo, un libro que no comienza ni acaba, porque nos obliga a seguir reflexionando a partir de decenas de fotografías, fotocopias, recortes, composiciones, collages, vitrinas, instalaciones, propuestas, postales, taxonomías, interrupciones, huellas, preguntas.
Ignasi Aballí, Sin principio / Sin final, comisariado de João Fernandes, Museo de Arte Reina Sofía, Madrid, 29 de octubre de 2015 – 27 de marzo de 2016.
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