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Con la vida y la memoria de uno de los más grandes escritores argentinos de todos los tiempos, Andrés Di Tella ha hecho un film extrañamente luminoso, la contracara perfecta y celebratoria del peligroso film/monumento. Ricardo Piglia revisa sus propios diarios, vuelve sobre su obra, recorre sus papeles y fotos y, en el proceso, alivia de peso la figura del “deber ser” tan cara a tantos escritores argentinos para volver a narrar el mito de origen que el lector de la primera hora reconoce apenas iniciada la proyección. El discurso político figurado, el juego con el detalle menor o lo que suele pasar desapercibido, la poética de los lugares perdidos o abandonados se respaldan esta vez en un archivo imaginario que Di Tella añade con un sentido propio de la crónica de viaje, sólo que aquí el destino no tiene que ver con un lugar sino con una dimensión mental. 327 cuadernos no es el registro de una serie de conversaciones con un escritor, mucho menos un paseo testimonial centrado en aquellas personas que lo conocen con cierto grado de profundidad. Este es un intento por hablar su idioma natal, por adaptar la realidad a su literatura y pincelar el recuerdo de un aprendizaje vital para admirarlo por última vez antes de que se desvanezca. El diagnóstico repentino de la enfermedad —que Di Tella absorbe a través de las escenas laterales con los amigos— es la crisis de ese lenguaje en recuperación y tiene la forma de una extraña ironía: allí donde el director se ve obligado a la alteración del plan original de filmación, la tesis central del Piglia/Renzi que va y viene entre los diarios y el registro hablado se transforma en una materia única e intransferible, inaugurando profundos niveles de melancolía y encriptando sus notas en sucesivos brotes de sombra y silencio. La forma narrativa del documental deviene, entonces, una actualización onírica del mundo, no sólo porque constata qué tan poco fiel o perfecta puede llegar a ser la memoria con respecto a la realidad, sino porque confirma, en un mismo y único movimiento, que nuestros desesperados intentos por retenerla o reproducirla no son más que recursos o herramientas para imaginarla mejor. En esos dos giros decisivos hacia la creación (el de Piglia/Renzi, que cierto día se lanza al registro de la propia vida para ya no detenerse jamás, y el de Di Tella, que maniobra con pudor y admiración sobre una realidad que impone su inercia) se juega esta difícil, inusual, originalísima forma del cine fantástico, breve destello de luz latiendo desde el fondo de una existencia única.
327 cuadernos (Argentina/Chile, 2015), guión y dirección de Andrés Di Tella, 76 minutos.
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