Mujeres, hombres y la ficción contemporánea en lengua inglesa

Una de esas certezas —y un lugar común— que cada tanto vale la pena recordar respecto al mundo del streaming, es que detrás de casi cualquier producción hay una fórmula, una voluntad comercial con perfume de idea original. Lo único que podemos agradecer, en últimas, es que nos tome un tiempo descubrirla, que al menos hayan sabido camuflarla con elegancia. Más adelante especularemos sobre las voluntades comerciales de Proyecto ovni (2025), la reciente miniserie de Netflix; por ahora, al menos, celebremos que no sea “una serie valiente”.
Me explico. Hace unos años, Juan Carlos Ortega, un comediante español que tiene un podcast llamado Las noches de Ortega, dedicó uno de sus programas a los formatos de podcast que hablan sobre el mundo del streaming. Una vez más, cual puerco en busca de trufas, Ortega esculcó la tierra, encontró el lugar común y se ensañó: la frase que más se repetía en la parodia era, justamente, la tal por cual “es una serie muy valiente”. En efecto, nada más valiente que hacer una crítica mordaz al capitalismo, a la cultura de masas y a los neofascismos disimulados, desde una plataforma tan rentable como Netflix. Eso es romper el sistema desde sus entrañas. Claro que sí. Por suerte, de vez en cuando aparece una que otra serie bien hecha a la que no le importa echar mano de argumentos complacientes, como volver a darle pata al cadáver (¿o fósil?) del bendito comunismo. La sátira política en este caso, lejos de ser el objetivo de Proyecto ovni, será sólo una excusa.
Evadidas las indispensables etiquetas que hay que ponerle a todo hoy en día, resumamos el argumento: Zbigniew Sokolik, un ufólogo de liga B en la Polonia comunista de los ochenta, postula una nueva teoría sobre el origen de los ovnis: en vez de provenir del espacio, surgen de ciertos mares y ciertos lagos de nuestro propio planeta. Por su parte, Jan Polgar es un famoso periodista que tiene fervor equivalente por el oportunismo y por la vanidad, y en algún momento se cruzará con Sokolik y su teoría. De ahí en adelante, la historia pivoteará entre la alianza y la traición; entre la fantasía (que nunca se colma) y la conspiración; entre la política, la ciencia y la fe. Por lo demás, el machismo de la época aparece de manera casi tan generosa como los sonidos de sintetizador.
Sí, aparece el contexto tenso y convulso de la época soviética: los planos amplios que captan la arquitectura brutal y solemne, las ropas marciales de los subordinados, la mediocre moda de los superiores inaugurada por Jrushchov, los rastros en las calles de las marchas aplacadas a tiempo. Sí, aparecen dos o tres aparatos electrónicos que no funcionan o que se ven tal y como cualquier soñador del siglo XIX los plasmó en un rústico grabado. Lo que refuerza esa idea, una y otra vez contada, de que el comunismo quedó rezagado después de la llegada de los gringos a la luna y que nunca se recuperó.
Que sí, que media Europa está preocupada, una vez más, por Rusia, especialmente Polonia, pero si eso es lo único de lo que vamos a estar pendientes en una clara propuesta de comedia, significa que nos tomamos en serio lo que no hay por qué tomarse en serio. Es decir, descontada la cuota que la serie tenía que pagar para aparecer en la plataforma (esto sería lo no valiente), se detiene en desplegar —y acaso en proponer— una manera de hacer humor que tal vez comporte un estilo particular, humor retrosoviético a la polaca, si quieren.
Intentaré definirlo: si podemos estar de acuerdo con que un rasgo distintivo de la comedia británica (Mr Bean es aparte) es su uso rampante de los juegos del lenguaje; si al pensar en el humor de los Balcanes lo primero que se nos viene a la cabeza es la introducción frenética de cualquier película de Kusturica (devolvámosle un poco de discriminación positiva al mundo), es posible que gracias a Proyecto ovni empecemos a asociar el humor polaco con un aprovechamiento magistral del silencio, con microgestos enmarcados en bigotes aventurados o envueltos en ushankas y abrigos de muchos colores que cargan la imagen de una incomodidad que, a su vez, es otro chiste no dicho, pero bien contado. El aire de parodia, incluso, no respeta el género de ciencia ficción y se burla de ello con el uso casi excesivo de los ya mencionados sintetizadores.
El que decida, en fin, ver esta serie buscando conmiserarse con un compromiso político postsoviético o ver argumentos de ciencia ficción de calidad, que apague la pantalla y se siente a leer a Cărtărescu (con violín de fondo) o a Stanisław Lem.
Proyecto ovni, creada y dirigida por Kasper Bajon, Netflix, 2025, 4 episodios.
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