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“No sé qué significa y no me importa, porque es Shakespeare, y es como tener joyas en la boca cuando digo las palabras”. Así reflexiona el niño protagonista del best-seller Las cenizas de Angela,de Frank McCourt, cuando se topa por primera vez con un texto del bardo isabelino y lo recita extático en la soledad de su cama de hospital.
Quizás sea esa misma prístina fascinación por las palabras la que pone en escena The Hollow Crown, la miniserie de 2012 con producción ejecutiva de Sam Mendes para la BBC, proyecto que reúne en una serie de cuatro telefilms la tetralogía conformada por las obras Ricardo II, Enrique IV (primera y segunda parte) y Enrique V. El mayor atractivo de esta versión radica no sólo en ubicar la acción en los escenarios naturales y castillos en los que se desarrollan batallas e intrigas históricas, alejadas del híbrido del teatro filmado en estudio. Tampoco en la oportuna (en tiempos de Game of Thrones) actualización de una épica nacional, sino sobre todo en el trabajo de un elenco y una dirección que pueden dar vida y articular con absoluta fluidez los parlamentos shakespearianos sin perder un ápice de la singularidad y verosimilitud que la pantalla televisiva parece exigir más que nunca. El gran acierto de The Hollow Crown consiste en mantener los diálogos originales, que en boca de los actores —de formación clásica y currículum mainstream— resultan sorprendentemente modernos y enérgicos. No siempre ha sido así en el largo historial de versiones televisivas de las obras del dramaturgo inglés. Basta recordar el proyecto Shakespeare Retold de 2005, también de la BBC, que buscaba adaptar las tramas de algunas de las tragedias y comedias a la época actual y, aunque bienintencionado y ameno, fallaba al pasar por alto que las historias son siempre la parte más accesible y tal vez menos interesante de las obras.
En The Hollow Crown, Ben Whishaw (El perfume, 007 Skyfall, Cloud Atlas) resulta magistral en la piel de Ricardo II, monarca refinado y narcisista, rodeado de aduladores, que luego de ser depuesto queda al borde de la locura y la muerte, y en el momento de mayor tensión dramática tiene el gesto magnífico de pedir un espejo para reconocer su propio rostro. En este film —el más suntuoso de la serie—, la imagen de Ricardo, muchas veces asociada a la de Jesús, se corre de forma sutil y sugerente hacia la de San Sebastián. Tom Hiddleston (Thor, Medianoche en París), encargado de dar vida a Enrique V, también atraviesa airoso la metamorfosis de su personaje, que pasa de ser el libertino Príncipe Hal (incluyendo una jocosa imitación de Jeremy Irons, su padre, el rey) a convertirse en el temerario monarca que derrota a los ejércitos de Francia y pronuncia el célebre discurso antes de la batalla de Agincourt.
Nos anuncian que la segunda parte del ciclo (la tetralogía que da cuenta da la Guerra de las Rosas) está en preproducción, con más estrellas incluidas, entre ellas el Benedict Cumberbatch de la multipremiada Sherlock. Bienvenida, entonces, la idea de recurrir a lo más sobresaliente de la televisión para ponerlo al servicio de la delicada empresa de restituir a Shakespeare a las masas, conservando en el núcleo, como un tesoro, esas palabras que son como joyas en la boca.
The Hollow Crown, adaptación de Ricardo II, Enrique IV (partes I y II) y Enrique V, de William Shakespeare, producción de Rupert Ryle-Hodges, Sam Mendes y Pippa Harris, dirección de Rupert Goold, Richard Eyre y Thea Sharrock, BBC 2, 2012.
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