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Ivana Costa tiene una doble filiación, la investigación académica en el campo de la filosofía y el periodismo, dos espacios con una dinámica muy diferente que le permiten pensar el punto ciego de las ciencias humanas: si es posible acceder a lo real. Un dilema que las ciencias duras parecerían tramitar, aunque no sin vacilaciones, bastante mejor y que pende sobre las humanísticas como una culpa originaria.
Desde su bastión clásico (integra la Sociedad Internacional de Platonistas), Costa sostiene que la necesidad de historizar el concepto de realidad ligado al de verdad —objeto de interés de disciplinas como la crónica periodística y la narración histórica— se impone frente al éxito en la discusión internacional de la “condición posmoderna” y del “giro lingüístico”, sobre todo en su versión historiográfica. (Quizás los futuros distópicos que la ciencia ficción imaginó, donde el simulacro tomó el lugar de lo real, sean un síntoma de esta “distancia” de lo real-verdadero). Había una vez algo real parte de la definición de ficción como aquel discurso intencionalmente no real y encuentra su origen en el verbo “modelar” aplicado a la alfarería. En Platón, descubre que este sentido viró hacia la idea de manipulación o falsificación como lo opuesto a lo verdadero y real y nos recuerda que la palabra fictum, que deriva del sustantivo ficitio, significa mentira. Pero como la noción de ficción (aquello del orden de lo no natural) corre paralela a la de realidad, Costa indaga en las dos corrientes antagónicas dentro del pensamiento occidental: quienes sostienen la primacía de lo real (la línea que va de Parménides, pasando por Platón, hasta Aristóteles) y los que, como algunos sofistas, niegan su existencia, abriendo las puertas, según ella, a todas las corrientes del escepticismo que militan la distancia insalvable entre el lenguaje y lo real.
La idea de mímesis, quizás el primer intento sistemático de tender un puente entre ambos mundos, asume que el lenguaje es semejanza de otra cosa y que esas “falsedades aceptables” son el modo en que los humanos abordamos el conocimiento de lo real, el motor de nuestro deseo de saber. Algo no tan diferente del planteo de quien fuera encumbrado al podio del nihilismo, Nietzsche, quien reconocía el carácter trópico del lenguaje como condición de posibilidad del pensamiento frente a un real que en sí es incognoscible. El mismo argumento que le sirvió a Hayden White para formular aspectos ficcionales de la narración histórica, dándole una vuelta más al giro lingüístico y abonando, según Costa, la desconfianza en la capacidad humana de conocer los hechos del pasado.
Pero este trabajo nos demuestra, además, que la objetividad de las ciencias duras también es construcción, sólo que, por algún motivo probablemente vinculado a las formas que asume la credibilidad (hoy el sintagma “la ciencia” parece alcanzar en muchos ámbitos para suspender toda incredulidad), lo olvidamos con la misma frecuencia con que dudamos de los hechos de la historia y preferimos, a la hora de conocernos, las buenas ficciones.
Ivana Costa, Había una vez algo real. Ensayo sobre filosofía, hechos y ficciones, Mardulce, 2019, 240 págs.
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