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En 1957, desarraigado, Richard Hoggart publicó La cultura obrera en la sociedad de masas. Con el tiempo, el libro se transformó en el inicio de la corriente de análisis conocida como estudios culturales, inauguradora no sólo del interés por las culturas no centrales y de su reivindicación política, sino también de la enunciación teórica interna, es decir, del relato y reflexión de sus propios integrantes.
Nacido en 1918, Hoggart fue un niño y luego un adolescente de uno de esos barrios obreros del norte de Inglaterra que más tarde describió en La cultura obrera…, con sus costumbres y valores, pero principalmente en su callada estrategia para afrontar, con poca esperanza de algún cambio importante, su dura cotidianeidad. Sin embargo, su obra es otra cosa. Para la mayoría, inclasificable, porque excede el análisis de los diarios, la música, la literatura, la publicidad y las revistas que la cultura de masas entre los treinta y los cincuenta producía para la “clase” obrera; porque no se agota en la descripción antropológica y sociológica, de método heterodoxo, de aquella cultura, y porque sería injusto reducirla a la evaluación política de los riegos que supo prever en las tendencias de esos años de concentración y simplificación de las producciones culturales destinadas a los obreros. Y tal vez la dificultad en clasificarla responda también a que Hoggart escondió, aunque apenas, su autobiografía. Pero ya no como integrante de una familia obrera, sino como alguien que dejó de serlo sin llegar a pertenecer enteramente a los sectores medios. Hoggart narra en tercera persona del plural su itinerario, su contenida angustia, por la vivencia de la desconfianza de su sector de origen (por ya no ser como ellos) y el recelo de su nuevo ámbito (por no ser exactamente como ellos). Y con esta forma autobiográfica se magnifica y cobra mayor dimensión su denuncia política. Porque frente a esos productos culturales que “desclasan” empobreciendo, construyendo en su lugar una estructura de casi castas, Hoggart subraya con su autobiografía los abismos entre los sectores.
Dijimos que sus vaticinios de entonces se cumplieron. La nueva edición de su libro podría justificarse, por ello, como reconocimiento. Sin embargo, releer hoy La cultura obrera… tiene un interés mayor. Nos vuelve a recordar que una cultura no vivida es poco aprehensible; que, posmodernidades o modernidades líquidas mediante, las resistencias y pervivencias culturales suelen ser mal relegadas, y que muchas de nuestras novedades de época, de aquellas que nos desacomodan, ya lo eran entonces, o que los tiempos que a veces se añoran no son los de Hoggart, que tal vez haya que buscarlos más atrás, si es que alguna vez existieron.
Richard Hoggart, La cultura obrera en la sociedad de masas, traducción de Julieta Barba y Silvia Jawerbaum, Siglo Veintiuno, 2013, 368 págs.
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