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Para Étienne Souriau, el mundo está (o nos es “dado”) a media luz, y su teoría de los posibles modos de existencia no es otra cosa que un tratado sobre lo incompleto de un universo parido con fuerzas “insuficientes”. La existencia total exige una terminación, un complemento intelectual que afirme la acción instauradora y otorgue a las cosas su consumación espiritual. El hombre promueve la existencia de esas mismas cosas con la fuerza de su imaginación, la brújula prodigiosa que lo orienta en un mar de bosquejos, de insinuaciones, de sugerencias efímeras y avisos esenciales. En el auxilio que la existencia meramente física de los objetos demanda a los artistas o a los filósofos se dirime una posibilidad de vida en la que determinados seres sólo pueden ser consumados por otros seres. Souriau ilustra ese proceso instaurativo con el paciente trabajo del estatuario: cada uno de los golpes que aquel asesta sobre el bloque informe de materia concreta determina el pasaje gradual de un modo de existencia a otro. La similitud de esta figura con el “excavar pragmático” del Heidegger de El origen de la obra de arte (ese procedimiento que elimina la “realidad inefectiva” del ente y revela finalmente su ser) es una de las tantas asociaciones posibles que se nos ocurren, aunque para Souriau el tipo de “instauración artística” es sólo uno entre todos los posibles, y la “cosa por hacer” (su entrada en el mundo) está siempre determinada por el modo de presencia específico donde se realiza esa operación, que siempre abarca la responsabilidad (susceptible de yerros o deficiencias) de quien carga con el peso del acto. La situación interrogante inicial (la obra intimida al creador preguntándole “¿Qué vas a hacer conmigo?”) está planteada como un arte dramático en el que confluyen naturaleza e historia. El “genio” sólo se manifiesta en el minuto final de la aparición, por lo que el espacio entre la realidad física (la obra hecha) y la realidad espiritual (la obra por hacer) es un dilema sobre un posible acontecer en el futuro, allí donde la imagen y su modelo “alcanzan juntas la existencia”. Las ideas de Souriau (densas, extremadamente complejas) se basan en un cambio de sentido para la conversación filosófica de su época; una especie de emboscada a la historia de la metafísica, que culmina en 1956 con “Del modo de existencia de la obra por hacer”, la conferencia que integra como anexo esta edición de Los diferentes modos de existencia (1943). Lo curioso es que Souriau escribe contra Bergson y Kant, y en su intento por ampliar los modos de paso por el reino de la experiencia produce un libro que lo acerca a ambos. Un manual para la convergencia entre la acción y el sueño, o el plan de excursión a un mundo que sólo puede intuirse en el peligro (cierto) de que no llegue a existir jamás.
Étienne Souriau, Los diferentes modos de existencia, seguido por Del modo de existencia de la obra por hacer, presentación de Isabelle Stengers y Bruno Latour, traducción de Sebastián Puente, Cactus, 2017, 256 págs.
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