Otra Parte es un buscador de sorpresas de la cultura
más fiable que Google, Instagram, Youtube, Twitter o Spotify.
Lleva veinte años haciendo crítica, no quiere venderte nada y es gratis.
Apoyanos.
Viajes de un cosmopolita extremo no es sólo una antología de crónicas de Rubén Darío. Es, sobre todo, una intervención crítica y editorial, de esas que convierten el libro resultante en una cita ineludible. Graciela Montaldo no sólo selecciona, recorta y pone en valor textos que —clásicos algunos, poco conocidos otros— fueron, como se sabe, publicados originalmente en periódicos y luego recogidos en volúmenes o ediciones póstumas, sino que reconfigura el mapa que trazaron esos viajes. Más aún, lo transforma. En lugar del clásico ordenamiento espacial o cronológico, dispone tres corredores por los que volver a transitar con Darío no tanto los lugares que visitó o en los que vivió, sino las tensiones geopolíticas y culturales, las experiencias de la modernidad, las novedades de la cultura masiva que fue registrando su sensibilidad estética, política, cosmopolita. Como si entráramos en una exposición —y la Exposición Universal de 1900, claro, es el pivote en torno del cual gira el cosmopolitismo como drama y aspiración—, bien podría decirse que la edición oficia aquí como un relato curatorial. No por nada el prólogo, indispensable, se titula “Guía Rubén Darío”.
Esa guía-curaduría comienza por delimitar, con precisión, los contornos del mundo que Darío “crea” en su tránsito —y que, más allá de lo limitado de sus itinerarios, es el de la cultura contemporánea difundida entre un público anónimo cada vez más amplio—. Y sigue por redefinir, en el contexto del reciente revival crítico del cosmopolitismo político y estético que ya señaló Gonzalo Aguilar, la forma específica de su modernidad: una capacidad para llevar al extremo la posibilidad de sobrevivir a las diferencias entre literatura y periodismo y, al mismo tiempo, una novedosa intervención que, antes que familiarizar al lector con la experiencia de culturas distantes, convierte la crónica de viajes en una reflexión sobre las políticas de la cultura y de la lengua, y en una herramienta para reposicionar la cultura letrada de América Latina y la escritura en español en el contexto de las culturas hegemónicas y de un mundo progresivamente globalizado.
El epílogo del libro es otro hallazgo crítico. Como dando una vuelta completa a esas tempranas crónicas de 1895, en las que Darío se detiene a observar escrupulosamente las nuevas tecnologías de control sanitario en el lazareto de la isla Martín García —y con las que Montaldo elige dar comienzo a su periplo—, “Apuntaciones de hospital” (1915) exhibe al viajero en Nueva York, atrapado en un cuarto de hospital como en una prisión, pero sobre todo perdido en las “regiones incógnitas del delirio y del sueño” y en un pueblo de lengua, mente y hasta nieves distintas: el (auto)desconocimiento es total (“no soy yo”) hasta que una práctica médica lo vuelve a su imaginación cuando, por un segundo y a través de su sangre, “brota el rubí”. En efecto, las intervenciones editoriales exitosas se prueban cuando, como aquí, el viajero de siempre vuelve a partir, pero desde otras escalas, y vuelve a retornar, pero transformado, según otras combinaciones.
Finalmente, no quisiera dejar de llamar la atención sobre uno de los artículos en los que Darío se ocupa de los nuevos “espectáculos” que llegan aceleradamente con la cultura masiva. “La tarjeta postal” (1903) es un magnífico testimonio del impacto que producen en los escritores más modernos las nuevas tecnologías de la comunicación, entre el recelo por las consecuencias negativas de su abuso y el entusiasmo ante las posibilidades que parecen abrir para la práctica de la escritura epistolar. Curiosamente —o no tanto, desde que lo prefiere en otra de sus crónicas como árbitro indiscutible de la moda—, me hizo recordar a Lucio V. Mansilla cuando hacia 1906 —más excursionista que cosmopolita, y ya para entonces más aristócrata que moderno— registra, aunque tardíamente, la velocidad con que el telégrafo les viene ganando a sus cartas que, desde hace un tiempo, llegan al periódico siempre con retraso. Ambos, también curiosa o precisamente, alcanzarían a rechazar la vanguardia del futurismo, desde las páginas del diario.
Rubén Darío, Viajes de un cosmopolita extremo, selección y prólogo de Graciela Montaldo, Fondo de Cultura Económica, 2013, 390 págs.
Adorno decía que la teoría estética de Kant tenía como mérito haber separado para siempre el arte de la pornografía y de la cocina, es decir, de...
Es difícil analizar las experiencias estéticas contemporáneas sin dejarse arrastrar por una terminología crítica que pareciera que aborda ciertos objetos con justeza, cuando en realidad los tiñe...
La tecnología puede liberarnos, al menos parcialmente, del trabajo. Claro que, en el contexto de nuestras sociedades capitalistas, eso implica un problema. Cuando las máquinas nos “liberen...
Send this to friend