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La sociedad de la transparencia

Byung-Chul Han

TEORÍA Y ENSAYO

“¡Siempre negativo, nunca positivo!”, decía en las ruedas de prensa Louis Van Gaal cuando era el entrenador del Barça y los periodistas se empeñaban en señalar los fallos de un partido. Esa frase, motivo de múltiples bromas y parodias, me ha venido a la mente varias veces durante la lectura de La sociedad de la transparencia, uno de los cuatro ensayos breves del pensador coreano-alemán Byung-Chul Han que la editorial Herder ha publicado en los últimos meses. No me refiero sólo a que su visión del siglo XXI es por lo general pesimista, sino también al hecho de que su mirada se sitúa en una tradición filosófica y teológica que ha hecho de la negatividad una herramienta de conocimiento: San Agustín, la mística, Nietzsche, Heidegger, Agamben. Al defender el secreto, el ocultamiento, la máscara, y al cuestionar el valor de la transparencia, el filósofo se sitúa en posiciones aristocráticas y, por tanto, antidemocráticas. Me atrevería a decir que también antimodernas.

Pongamos por ejemplo el capítulo “La sociedad porno”. Comienza con una sentencia (“La transparencia no es el medio de lo bello”) que sugiere que el autor sabe perfectamente qué es lo bello y cuáles son sus modos de expresión (como si la filosofía no fuera duda). La belleza como ocultamiento, como velo, como lo que no se manifiesta desnudo e invita siempre a la imaginación. Implícitamente, nos dice que lo bello no cambia, no es histórico, sigue siendo lo que antaño fue. En su argumentación invoca la categoría kantiana de lo sublime y la contrapone a lo obsceno. La pornografía es obscenidad y expresión extrema del capitalismo. Concluye así: “Las imágenes pornográficas, al estar desculturizadas, no dan nada que leer. Actúan sin mediación, como imágenes de propaganda, de forma táctil y contagiosa. Son posthermenéuticas”. Y a mí, en cambio, la transparencia (esa quimera) me parece fascinante en sus estratos y matices; el cine pornográfico, un buen archivo cultural de la representación del cuerpo humano de los siglos XX y XXI; y no se me ocurre nada más misterioso que el cerebro de una actriz porno.

La lectura de Byung-Chul Han es una experiencia, al menos para mí, llena de paradojas. Porque al mismo tiempo que subrayo pasajes con los que estoy en desacuerdo, también voy coleccionando momentos en que descubro algo en lo que no había pensado (“Lo problemático no es el aumento de imágenes, sino la coacción icónica de convertirse en imagen”; “El panóptico digital del siglo XXI carece de perspectiva”), y admiro su capacidad de poner en relación Hegel o Lacan con Google o Facebook. Pero, sobre todo, valoro su estilo conciso, con voluntad de intervención y de debate, en unos tiempos en que la filosofía parece haber dejado de querer influir. Por eso no es de extrañar que uno de sus interlocutores textuales sea Žižek. En algunos momentos me ha parecido su versión refinada y minimalista.

 

Byung-Chul Han, La sociedad de la transparencia, traducción de Raúl Gabás, Herder, 2013, 96 págs.

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