LITERATURA ARGENTINA

En Humo, Irene Gruss (Buenos Aires, 1950) elige poemas de todos sus libros, desde La luz en la ventana (1982) hasta Notas para una tanza (2012). De entrada nos mete en su casa: en su cuerpo, en su yo poético, en su tercera persona que de todas maneras es siempre primera (“Una mujer sola frente al mar / es más majestuosa que él”), y allí nos quedaremos hasta el final del libro. Los poemas compuestos en verso libre, libérrimo, sugieren tanta coherencia y unidad como si fueran perfectas formas cerradas, pero personales. Es la respiración Gruss, el énfasis Gruss, el encabalgamiento Gruss, puestos al servicio de (en sagrado matrimonio con) sus objetos; por enumerar algunos: la familia, la mujer, el mundo que entra y al que se sale, la muerte, el mar, el amor y su fracaso y, crecientemente, la literatura, lo que se lee, una mezcla explosiva de, por dar un ejemplo, los mitos griegos, Pavese, Juan L. Ortiz y cualquier escritura que haga impacto en su retina, cerebro, corazón. Condensada desde el primer libro, enemiga de la dilatación, de la dilación, la sintaxis poética se va haciendo cada vez más compleja, dada a la repetición enfática y exitosa, a citas de poemas anteriores, de ideas anteriores que ahora se desdicen pero nunca del todo, porque Gruss sabe qué hacer con la ironía tanto como con la emoción. Para que se aprecie bien, cito un poema entero, de mis favoritos: “Dichosos los que baten palmas / y hacen ruido con los pies, / y contestan a los títeres, al / actor que bromea y ríen, / dichosos / el sordo que canta y silba / y el ciego afinado que mueve su cuerpo / y apunta su cara al cielo. / Dichosos los que saludan / por la calle, / bailan, sueltos / de andar, de nada para perder, / más pudorosos que Dios, / sinvergüenzas, dichosos. / Dichosos los que copulan / dormidos, y al despertar / copulan despiertos, / los viejos que charlan con / sus atadillos, y se burlan de las palomas / y del frío. / Dichosos los que lloran / porque son tristes / y los que ríen cuando / la lluvia empapa lo puesto / a secar, dichosos / el rojo, el azul y el amarillo”. Es un poema de La dicha (2004) y todos los elementos, las “cosas” que aparecen en él, ya aparecieron antes, en diferentes posiciones y actitudes, en poemas anteriores. Son parte de la realidad Gruss, a quien han calificado hasta el hartazgo de poeta “realista”. Si se hace una lectura integral de su obra se advertirá que, extrañamente, la poesía de Gruss (que no sabe inglés) tiene un aire de familia con la buena poesía norteamericana de mujeres de mitad del siglo XX, sobre todo Denise Levertov y, más acá, Louise Glück. Y se verá que, al igual que ellas, su “realidad” está tan en deuda con el sueño como con ese altísimo voltaje de las palabras que siempre es rasgo esencial de la mejor poesía, esa que siempre nos hace sentir como en casa sin que nos demos cuenta.

 

Irene Gruss, Humo. Antología personal, prólogo de Liliana Díaz Mindurry, Ruinas Circulares, 2013, 108 págs.

14 Nov, 2013
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