El descubrimiento de un mundo entero ubicado en alguna parte de lo que llamamos nuestro interior es el punto de partida de Mi mundo privado, el libro más reciente de Elvio E. Gandolfo. Un breve y sugestivo documental sobre el vuelo de las mantarrayas y una novela jamás escrita son las llaves que abren la puerta a un universo nuevo, que se parece y no a la realidad. ¿Una novela? ¿Una ficción autobiográfica? Ni una cosa ni la otra, y a la vez las dos. La narración se cruza con la reflexión, el dato curioso, la confesión, incluso el chisme. Pero Gandolfo evita hábilmente los tópicos autobiográficos: la infancia, la adolescencia, el primer amor, los ritos iniciáticos. Contar es a la vez hacer silencio, mostrar y mantener oculto, avanzar por un camino permanentemente interceptado. La digresión, como en Mansilla, más que una anomalía es un principio constructivo. El tiempo, la escritura, una conversación durante un viaje, los superhéroes y un niño, los cruces con la Historia, los amores; todo puede entrar en este libro audaz.
El tono intimista, la sensación de conversar con el autor o de escuchar lo que él quiere contarnos, la promesa ladina de revelaciones ganan al lector desde el comienzo. Tal vez por eso, cuando apuesta al relato, no importa de qué, Gandolfo gana siempre. Un narrador que juega hábilmente los roles del contador y el palabrero, que apela al lector constantemente y reflexiona sobre el proceso de escritura, que habla desde el humor y la convicción. “My own private Rosario”, “La conversación”, “Paisajes extraños”, “Tercera generación” son la prueba de que el libro tiene muchas puertas de acceso. Un libro ecléctico y curioso, un sinuoso experimento entre la memoria y la novela. Mi mundo privado es un paseo por esa tierra descubierta, esa suprarrealidad en la que la ficción y todo lo real se encuentran contenidos. Un paseo que Gandolfo elige hacer con el lector.
Elvio E. Gandolfo, Mi mundo privado, Tusquets, 2016, 176 págs.
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