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En una primera mirada, no parece haber un hilo conceptual ni genérico entre los textos breves reunidos en Una introducción: un diario personal sobre el Mundial de Fútbol de Alemania, la narración de una entrevista, notas ensayísticas sobre la obra de un pintor decimonónico, varios relatos que no se entregan a la tradición del cuento. Lo que recurre es la apuesta por una forma anfibia que combina narración y reflexión argumentada. Así, por ejemplo, “Las cosas” es un retrato escrito del “querido primo Ponce”, un aventurero que nunca volvió de una de sus riesgosas expediciones y que le dejó al narrador un televisor en el que ve un documental sobre el proyecto megalómano de su primo, “su búsqueda sin objeto”, motivo de hipótesis y cavilaciones que se formulan en el texto. Por su parte, “Sí” narra con precisión y detalle una entrevista pública a Alain Robbe-Grillet y revela, destilando fina ironía, cuán decepcionantes pueden ser las charlas espectaculares de los escritores.
“Una anécdota no es un relato: un relato es, si se quiere, el intento de traducción de una anécdota a un sistema narrativo”, afirma el narrador de “Una meditación de Boris Pasternak”, que empieza contando cómo el saxofonista Ornette Coleman se perdió durante una visita a Buenos Aires, abandonándose a lo que la ciudad y su azar pudieran ofrecerle. La narración lleva incrustaciones ensayísticas que esbozan una poética de la anécdota como mónada narrativa que bordea la experiencia, que no aspira al prestigio de formas literarias consolidadas. A esta primera parte del texto le sigue una entrevista a Jean Echenoz, quien reflexiona sobre su juego con lo biográfico en la exquisita trilogía novelística compuesta por Ravel, Correr y Relámpagos. Cuando ya uno cree que quedó olvidada en el título, la meditación de Pasternak llega al final y se refiere a Mayakovski y su camisa amarilla: “Llamaba la atención más que los gatos. Era fácil escribir sobre él”. De este modo, en la oscilación entre la narración y el ensayo, la pregunta sobre qué puede ser escrito es el adhesivo que liga los géneros y fragmentos.
El carácter misceláneo, su título, la escritura como objeto y la ironía filosa dan al volumen una impronta macedoniana. “Ezequiel Alemian. Una introducción”, se lee en la portada y, al no haber un texto que lleve ese título, la pregunta es: ¿una introducción a qué? Uno puede suponer que se trata de una vía de acceso al mundo del autor, a algunos de sus intereses y actividades. Y también se puede pensar, lo que es casi lo mismo, que este libro —con su diversidad genérica y su interrogación sobre la escritura— es una muy buena entrada a la producción poética y narrativa de Alemian, que ya suma varios títulos.
Ezequiel Alemian, Una introducción, Mansalva, 2014, 128 págs.
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