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Año 1963. Un soldado, William Houston, armado con un rifle calibre 22, se adentra en la selva de Isla Grande, Filipinas. Está resacoso pero entero. También se siente liviano porque es su día libre. Bajo un sol esplendoroso y despiadado, los mosquitos lo rodean, lo molestan. La noche anterior, en USA, mataron a JFK. De pronto, ve que algo se mueve entre los árboles. Sonríe con la seguridad de haber visto a su presa: un jabalí. Tranquilamente levanta su arma, apunta y dispara. Acierta. Cuando se acerca al cuerpo casi sin vida del animal se da cuenta de que, en realidad, acaba de dispararle por la espalda a un mono.
No se me ocurre mejor comienzo para una obra que trata de entrar en el universo de una de las guerras más demenciales y desgastantes de la historia reciente: la de Estados Unidos en Vietnam. Y ese arranque marca el tono de lo que vamos a encontrar en gran parte de las seiscientas páginas de Árbol de humo de Denis Johnson: confusión, acciones irreversibles, desolación y locura controlada. Y eso nos llega con una prosa puramente representativa. En ninguna frase de esta novela hay lugar para las metáforas ni las alusiones potentes que toda lengua permite. En absoluto: a Denis Johnson le alcanza con relatar para provocar un buen grado de perturbación o desencanto; en definitiva, para obrar efectos sobre el lector. Por eso apuesta por una estructura que tiende a la acumulación. Porque ¿cómo abarcar la realidad de una guerra? ¿De qué manera contar todo lo que hay detrás, y delante por supuesto, de los bandos que se enfrentan? En ese sentido, la sumatoria de voces e historias que sigue en simultáneo el narrador (un coronel y su sobrino espía, dos hermanos sin muchas luces, una enfermera detrás de medicamentos, un nativo aliado de los norteamericanos, entre otros) permite generar una fantasía panorámica: la de ver todo lo que ocurre. Pero en realidad se trata de esquirlas, bordes afilados y caminos laterales de lo que tiene para mostrar de la Guerra de Vietnam, o mejor dicho, de lo que elige mostrar Denis Johnson con Árbol de humo.
Cubriendo un período que va de 1963 a 1970, a lo que se suma un epílogo situado en 1983, esta novela parece estar embebida de una saludable ambición: la de ser un texto en el que la totalidad fragmentada forme una visión de conjunto y que eso habilite una certeza y una verdad —por mucho que siga siendo fruto de un artificio literario más—: saber qué ocurrió en el día a día de la guerra.
Por último, parece pertinente mencionar que Árbol de humo fue publicada originalmente en el año 2007 y que ese delay no tiene ninguna consecuencia significativa más que demostrar la relevancia de hablar de estos temas. Algo que no es patrimonio de los norteamericanos. Mientras Árbol de humo se distribuía en las librerías argentinas, salían de imprenta La construcción, de Carlos Godoy, y Nosotros caminamos en sueños, de Patricio Pron (reescritura de Una puta mierda, su novela de 2007 sobre la Guerra de Malvinas). Esto nos indica que no hay violencia que quede en el pasado y que lo que importa es seguir leyendo.
Denis Johnson, Árbol de humo, traducción de Javier Calvo Perales, Random House, 2014, 600 págs.
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