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Este libro es, al mismo tiempo, una novela gráfica, un catálogo de exposición, una crónica-ficción y una versión libre y dibujada de El proyecto de la bruja de Blair. En esa zona pantanosa se mueve el artista chileno Javier Rodríguez (1981), cuya serie de documentales gráficos reivindican la potencia del dibujo en blanco y negro para expresar la dimensión más incierta de eso que llamamos —a falta de una opción mejor— realidad.
Anticristo parte de hechos reales para llevarlos al territorio del terror autoficcional. La Operación Albania, protagonizada por miembros de la CNI de Augusto Pinochet, condujo en 1987 a la ejecución de doce miembros del Frente Patriótico Manuel Rodríguez, bajo la apariencia de un enfrentamiento armado. Rodríguez fabula una venganza violenta, investigada por él mismo, para cuya reconstrucción dibuja tanto hojas de diario con noticias fake como entrevistas y escenas de masacres, para terminar con un relato en primera persona de cómo entra en la casa donde espera encontrar a quien puede responder todas esas preguntas que ha ido acumulando durante su investigación.
Es entonces, en esa parte final, en esa sucesión de dibujos expresionistas a toda página —que a veces recuerdan a Frédéric Pajak y otras no recuerdan a nadie— con algunas líneas de guión en la parte inferior, cuando la obra alcanza su mayor intensidad. Sobre todo en la sucesión de unos perros muertos, retratados individualmente, engullidos por el negro, cada vez más difuminados, espectrales, que se confunden con radiografías de perros muertos. ¿No es la radiografía la máxima expresión de la fotografía documental?
Para esa narrativa híbrida, Rodríguez no duda en apropiarse de cualquier material histórico, mediático, artístico o narrativo que le pueda interesar. Lo que más sorprende es la presencia en sus viñetas de imágenes extraídas de la serie Hannibal, de Bryan Fuller. Imágenes de escenas del crimen que son al mismo tiempo instalaciones artísticas. Imágenes que son transplantadas a escenarios chilenos, donde adquieren un significado radicalmente distinto del que tenían en la ficción de origen. Porque en el conjunto del artefacto diseñado por Rodríguez no hablan de un asesino psicópata individual y aislado, sino de una psicopatía institucional y colectiva.
Anticristo se sitúa a contracorriente de los modos en que se ha representado la dictadura y su horror. Desde la autoficción y el gore, cuestionando todos los modos de representación al uso, ensaya un discurso distinto, absolutamente personal, para desenterrar el pasado y recordarlo zombi, Frankenstein, terrorífico, tan vivo.
Javier Rodríguez, Anticristo, Metales Pesados, 2017, 96 págs.
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