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El campo / El ascensor

Igor Barreto

LITERATURA IBEROAMERICANA

Igor Barreto nació en San Fernando de Apure, ciudad de los llanos venezolanos, en 1951. A cierta altura de su trayectoria poética, cuando aún no había decidido abandonar la crianza de gallos de pelea por problemas de salud, decidió crear su propia editorial, de la que es responsable y único autor, poniendo los nombres de sus parientes muertos (y también los de algunos de sus amigos) como integrantes de un consejo societario de ultratumba. Así, buena parte de sus inconseguibles libros únicamente pertenecían hasta hoy al acervo de la editorial Sociedad de Amigos del Santo Sepulcro; algo que esta edición de su poesía viene a subsanar.

En los poemas de Barreto no es infrecuente encontrar naves que remontan el río Apure como burbujas de tiempo, y que cuando amarran en San Fernando extienden sobre el muelle un equipaje hecho de cultura y naturaleza mezcladas. ¿Qué más transportan? De todo: desde altos cargos militares asesinos de caimanes hasta libros prohibidos de teosofía. El pasado se manifiesta a través de documentos que, sin embargo, en los poemas no hablan de la historia sino de los actos fantasmáticos de infinitas legiones de protagonistas anónimos. La poesía se trama en esa negociación entre terruño y cultura.

El título de esta obra reunida está inspirado, según señala el epígrafe, en unos versos del poema “Explicación” (1930), de Carlos Drummond: “En el ascensor pienso en el campo / En el campo pienso en el ascensor”. La habitual oposición entre ciudad y naturaleza, con los consiguientes clisés y eufemismos a lo largo de la literatura latinoamericana, por intermedio de Drummond se resuelve en Barreto en una oscilación reflexiva que, como tal, opera en la conciencia del poeta. Esa oscilación está muy presente en la lógica constructiva de Barreto. El lector puede verificarla en gran número de sus versos de defenestración del paisaje, poemas ensayísticos, relatos poemáticos de la experiencia, tratados estéticos sobre los animales, etcétera. El estilo de Barreto es de tal modo prosódico y a la vez flexible en su sistema de alusiones, que lleva a pensar en la necesidad de nuevas categorías descriptivas, todas organizadas alrededor del núcleo de una dicción desengañada. Pero me gustaría detenerme en el reversible “pensar” de esos dos versos, y sobre todo en el título del poema de Drummond, porque supongo que también allí hay una clave del tono que distingue como única la poesía de Barreto. Me refiero a la idea de explicación, el poema como disquisición pausada de la experiencia.

Algo que no está concernido solamente por la idea de nombrar o de decir, tampoco de cantar o representar. La explicación como un acto que da por sentada la presencia de un interlocutor; pero que no precisa respuestas porque sólo está animado de una sincera y controlada predilección por el circunloquio pedagógico. Y creo que en esa borrosa presencia de un sujeto que sería el destinatario de la explicación reside un rasgo definitorio en el tono de la poesía de Barreto. Si tuviera que describir su arte, diría que se trata de una poesía de la materialidad que alcanza una densidad sublimemente conceptual cuando se enuncia como argumento del mundo; y que se manifiesta de forma más completa o eficaz al recurrir a rastros y fragmentos de historias, a cursos caprichosos en la vida de personajes desconocidos, a relatos de trágica trivialidad, a señales fragmentarias de lo real, cansinas y cáusticamente epifánicas. La imaginación no opera en términos de fantasía o de economía inspiracional, sino que se reviste de acciones y señales del pasado. La emoción es más sensible a la pérdida, y con ello a la decepción, que a la comunión poética o a la exaltación retórica. Uno de los rasgos resaltantes de esta poesía pasa por un canto que no hace de la naturaleza su metáfora o motivación romántica, sino un artefacto de representación cultural. Barreto es ajeno a lo telúrico como sólo puede serlo quien lo conoce muy bien, y tiende a ser escasamente celebratorio, acaso debido a su estilo llano, gracias al cual los poemas se despliegan como si fueran avatares de la conciencia y del recuento. La mirada se sirve de herramientas, que puede ser Internet, como se ha mencionado, o antiguas crónicas periodísticas, testimonios orales o rastros inverificables. Muchas veces el poema consiste en la presentación de esas fuentes heterogéneas, que convierten la superficie del texto en un campo con distintos regímenes de emisión que el poeta resucita en el contexto de los versos, y cuya nueva vida en común se preanuncia poéticamente liberadora. Como muy pocos casos actuales, Barreto es un enigma que posee las virtudes de un clásico: una proverbial belleza y una discreción que es medida de su cerebral desafuero.

 

Igor Barreto, El campo / El ascensor. Poesía reunida 1983-2013, edición al cuidado de Antonio López Ortega, Pre-Textos, 2014, 520 págs.

 

 

9 Jul, 2015
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