L’Amour

Esta es GRAN música, la que te deja sintiéndote muy pequeño, en silencio y al borde de las lágrimas. Con el “gran” así de mayúsculo, a fines del 89 escribía Simon Reynolds sobre Hats, de los escoceses The Blue Nile. Este clásico del pop adulto “alternativo” recorre como fantasma el flamante y exitoso Ghost Stories de Coldplay, que prometía ser el Kid A de Chris Martin & cía, pero falsa alarma… La alusión de Reynolds al sublime matemático nos sirve para hablar de L’Amour (1983), un disco firmado por un tal “Lewis” a secas, reeditado hace un mes. Podríamos repetir los síntomas, sí, pero sólo si invertimos la calificación: esta es una música pequeña. Basta con volver a las dos GRANDES baladas nocturnas de Hats —“Let’s Go Out Tonight” y “From a Late Night Train”— antes de zambullirnos en la lacustre “Like to See You Again” de Lewis. Pronto se abre un abismo entre Hats y L’Amour, aunque género y mood parezcan replicarse: es la distancia entre un párrafo articulado y un balbuceo, entre un cuento y un haiku, entre un mural y una acuarela, un piropo y un suspiro.

En 1983, mientras este Lewis (alias del canadiense Randall Wulff) grababa en Los Ángeles, aquí Luca Prodan probaba su cover de “Solid Air”(1973), elegía jazzy folk que el escocés John Martyn le dedicó a Nick Drake. Si nos guiamos por el compilado Perdedores hermosos (1997), lo del líder de Sumo no distaba mucho de una “Proud Mary” de fogón. Prodan limpió el original de feeling y swing, barriendo ese “banco de niebla con la sensualidad teñida de amenaza” (Reynolds de nuevo) en que deviene la voz de Martyn. En L’Amour, esa niebla martyniana invade a punto de Turner. Lewis recupera el folk como una tradición impalpable, siempre cantando y tocando al filo del fade out. En 1983, mientras Prodan elige el sashimi del folk, Wulff da con la “balada tempura”.

Resonando ingrávidas hasta desaparecer como burbujas (el último minuto de “Romance for Two” se siente como vela amenazada por una ventana abierta), estas baladas donde no hacen pie ni bajos ni baterías sólo necesitan una guitarra acústica y un piano para acompañar la voz (¿o al revés?), sin mencionar el toque de distinción del álbum: un sintetizador. Durante la obra maestra del disco, “Love Showered Me”, el tecladista —figura como Philip Lees— consigue reproducir las constelaciones y auroras boreales que Scott Walker le pidió a una orquesta en su "Plastic Palace People" (1968), en tanto que en “Cool Night in Paris” (“Solid Air” a vaporizador), recurre al pitchbender, logrando una gestualidad expresiva, expresionista, que hace juego con los punteos desalentados y los tartamudeos de piano.

Esta grabación privada, de pocas copias, fue encontrada por un coleccionista en una feria, luego subida a un blog, hasta ser ahora reeditada en CD y vinilo, sin permiso del inhallable autor. Esa vocación de “disco menor”, de miniatura low fi y espectral que remite a Grandes Obras del Pasado (Callier, Martyn, Mark-Almond), algo de ese narcisismo “entre amigos”, algo de todo eso en una época donde el “prosumismo” aumenta la oferta y disminuye la trascendencia, hace que L’Amour encaje como un álbum actual. Consta de diez fragmentos de un discurso amoroso, todos empantanados en el capítulo “Languidez”.

Lewis, L’Amour, Light in the Attic Records, 2014.