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Ney Matogrosso en el Teatro Coliseo

MÚSICA

Recital y disco convergen de modo perfecto, sin azares ni imprevisiones. Un año después de su grabación, Atento aos sinais vivo fue presentado sobre el escenario del Teatro Coliseo respetando el orden de temas y los arreglos del tecladista y director Alexandre Amback. El recital como una obra de arte que se reproduce a sí misma, podríamos titular. Con luces “climáticas”, videos que refuerzan significados —o los sugieren, más prudentemente— y eso que, a propósito de Ney Matogrosso, el crítico Zuza Homem de Mello alguna vez definió como “el arte de coreografiar canciones”.

Contratenor intrépido e ilimitado, Ney es capaz de abordar con igual rigor un recital monográfico (recordemos sus interpretaciones de Cartola o de Chico Buarque) como esta ensalada sabrosísima de canciones entendidas como signos (sinais) contemporáneos. Empezó con “Rua da Passagem” de Antunes y Lenine —una oración algo irónica a la convivencia urbana— y desbordó aplausos con esas pequeñas grandes cumbres de romanticismo pop llamadas “Beijos de Imá” (Espíndola y Arrua) e “Isso nao vai ficar assim” (Itamar Assumpção), esta última genialmente cerrada con el último verso de “Bésame mucho”. En su larga y productiva lucha contra la vulgaridad (“mi única restricción es la vulgaridad”), Ney volvió a ganar por nocaut. Lógicamente, la talla de su triunfo se mide en relación con su cercanía a lo prosaico, su aprovechamiento artístico del camp. Siempre fue así, aunque quizá a los setenta y cuatro años su mirada de la cultura popular resulte más conmovedora.

Como en otros discos y recitales, Ney sale a escena en plan de rescate, de puesta en valor de una heterogeneidad poética y rítmica que ni el antropófago Caetano ni el militante popular Chico serían capaces de encarar de un modo tan libre y a la vez proyectado. Ney sabe elegir el material y el momento; conoce sus aptitudes —¿para qué componer si lo suyo es la interpretación?— y no se deja encasillar fácilmente: al menos dará lucha contra la organización binaria del mundo, y a la vez mantendrá cierta distancia de las políticas de género (“No estaba preocupado en parecer hombre o mujer, quería parecer una figura loca o lo que cada persona quisiera”). Quizá sea su soledad en el panorama histórico de la música brasileña (“yo era espectador del tropicalismo”, le contó hace unos años a Violeta Weinschelbaum) lo que finalmente lo acredite como el intérprete límite, acaso el único —o el mejor— a la hora de cantar lo olvidado y lo inédito, lo desdeñado y lo inadvertido. Incluso podría decirse que donde más cómodo se siente es caminando las zonas menos idiosincrásicas de la cultura brasileña. Su “rareza” es brasileña, sin duda. Pero su música adquiere una gestualidad que no parece encajar del todo ni en la MPB ni en las escenas “jóvenes” de los últimos años.

Por supuesto, nos sigue impresionando la altura instrumental de su voz, esta vez apoyada sobre la sonoridad de un septeto ligeramente jazzístico —la mini brass de trompeta y trombón de los hermanos Aquiles y Everson Moraes— que marca funk y pop con cierta delicadeza, por más que la guitarra de Mauricio Negão tire riff espesos y Ney asegure que este show es uno de los más rockeros de toda su carrera.

 

Ney Matogrosso, Atento aos sinais, Teatro Coliseo, Buenos Aires, 16 de mayo de 2015.

28 May, 2015
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