Spinetta se resistió siempre a ser una antología andante. Sólo cedió en su intransigencia con Las Bandas Eternas, al final de su vida. Spinetta se fue y la primera tentativa de construir un repertorio canónico quedó en manos de Pedro Aznar, el músico más dúctil y virtuoso que ha dado el rock argentino. Su gesto de devoción quedó patentizado en el homenaje público que encabezó durante el otoño de 2012 y cuya versión en disco y DVD comenzó a circular a fines del año pasado. En aquel concierto, Aznar hizo un recorrido cronológico por la obra spinettiana. Cuando interpretó “Cantata de puentes amarillos”, se escuchó un “oh” generalizado entre los oyentes. La canción irreductible era exhumada, algo a lo que el propio autor le había huido, dada su complejidad.
Aznar, claro, la hizo “tal cual”. Como si la “Cantata…” hubiera sido en rigor escrita con esa relación de exactitud y equilibrio entre la voz y el instrumento que tiene el lied. Aznar ya había dado prueba de su capacidad mimética con Los Beatles. En “Because”, por ejemplo, se hizo cargo de las tres voces, además de los instrumentos. Su versión es una suerte de equivalente aural de los muñecos de cera del Museo Madame Tussauds: un bello y perfecto simulacro. Con Spinetta, Aznar reincidió en su vocación taxidermista (algo que había evitado en “Tomorrow Never Knows”). El disco destila igual una fuerte carga emocional. La voz de Aznar es extraordinaria. Los músicos que lo acompañan se suman con eficacia a la proeza sentimental.
En el apego a lo ya grabado, la banda se esfuerza por preservar la respiración “original” del objeto muerto, eso que se llama disco. Spinetta llegó a grabar unos cuarenta. Su albacea los resume en un disco doble que se llama Puentes amarillos. Aznar celebra la música de Spinetta. La acción fija una frontera y un culto. En ese acto, arrastra a casi todo el rock. No hay hoy en ese mundo una imaginación capaz de leer (y escuchar) de otra manera el legado. Una prueba de ese déficit pudo constatarse el pasado 7 de febrero, cuando el municipio de Villa Gesell patrocinó el espectáculo Todos cantamos a Spinetta. Fue, en líneas generales, un ejercicio de ecumenismo playero. El espectáculo, dirigido por Lito Vitale, pareció tributario del programa televisivo Operación Triunfo. Aznar, que estuvo allí, debió haber sentido cierta estupefacción y sentido de conciencia histórica.
Pedro Aznar, Puentes amarillos. Aznar celebra la música de Spinetta, Tabriz Music, 2012.
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