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La novela, se repite desde siempre, es un cajón de sastre capaz de contener los más variados géneros (dialogismo, diría un ruso). Sin embargo, convive mejor con géneros estrictamente relacionados con la escritura (la epístola, el diario, etc.) que con modelos narrativos extraliterarios, como el cine o el cómic: en estos casos, la narración queda, de alguna forma, centrifugada, según ocurre en Te llevaré conmigo, de Niccolò Ammaniti, novela construida, en su mayor parte, a partir de escenas de corte cinematográfico, algo que hace pasar muchas veces la narración menos por novela que por guión, por lo general de cine y a veces de cómic. Esto se aprecia desde los cortes iniciales (“Junio”, Diciembre”, “Seis meses antes”, hasta el final, “Seis años después”) y en el uso de apartes en itálicas, como si fueran voz en off, y un continuo relatar en presente: todo en la narración parece responder a un diseño efectista, como si el texto ya estuviera pronto para proyectarse en una pantalla, cosa que ocurriera con su novela Io non ho paura, de 2001, llevada al cine en 2003.
¿Qué cuenta Ammaniti? Algo que, por lo que se desprende de su bibliografía, es su receta favorita: el niño pueblerino y promisorio, cercado por un entorno brutal, comido por el consumo y la tontera televisiva. De alguna forma la tópica viene a solidarizarse con su gramática, que es escasamente libresca, y lo que se abre es una tensión entre libro y entretenimiento, la narración grasa de un mundo grasa que, a modo de banda de sonido, presenta a los Gipsy Kings traídos por uno de los personajes principales, Graziano Biglia, un guitarrista trotamundos incapaz de librarse de la maldición de su pueblo, al que regresa tratando de encubrir que regresa fracasado.
Ammaniti no parece creer en la alguna vez aceptada receta de Henry James por la cual el lector debe ir descubriendo por su cuenta lo que sucede. Prefiere llevarlo de la nariz, advirtiéndole cada circunstancia y motivación, manipulando la sorpresa y el suspenso por escamoteos de información. En esto parece también solidario con sus personajes, o tontones o niños, que deben ser llevados de la mano por cada esquina del relato. Ahora bien, si el lector se resigna al efectismo y a la simpleza de los personajes adultos, llegará a empatizar con sus desdichas y sueños invariablemente frustrados, alimentados por ideales televisivos (su epítome, un policía inspirado en Starsky y Hutch, que sólo sabe brutalizar adolescentes). Incluso, llegará a disfrutar de un par de escenas felizmente narradas, como la seducción de una maestra virgen por parte de Graziano, que termina en un coito torpe que casi le cuesta la vida, o el lanzamiento en catapulta de un burro muerto. Nada en este libro es libresco o ilustrado: todo es mimesis de un universo grasa en el que nadie, salvo el protagonista niño, parece saber para qué puedan servir los libros.
Niccolò Ammaniti, Te llevaré conmigo, Anagrama, 2013, 464 págs.
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