In medias res

No yo (Not I, 1972) es una de las obras más extremas dentro de la poética dramática de Samuel Beckett. Una boca suspendida en un fondo negro que es atravesada por las palabras y que no puede detenerse frente a esa logorrea, el decir incesante del recuerdo del dolor. La obra de Beckett trata de la violencia física, del sometimiento, tema que abordó en obras como What Where o Catastrophe, pero también en Esperando a Godot o en Fin de partida.
Marcelo Allasino ha elegido esta obra para llevarla a escena en un contexto donde la violencia ligada al lenguaje se ha tornado un aspecto de nuestra cotidianeidad más rudimentaria y que se muestra más vacía en los debates. La lectura que hace el director se focaliza en el aspecto del sometimiento y en el modo en que la protagonista se puede expresar a través del desborde y del exceso de su enunciación, en una concepción —tanto de la obra de Beckett como de la puesta en escena— que tiende hacia la expresión más austera y mínima.
Para esta puesta, Allasino ha tomado elementos de otras obras provenientes del conjunto de dramatículas beckettianas. Encontramos recursos de obras como …but the clouds… (1976), personaje con capucha que se mueve de un lado a otro; de la obra para televisión Quad (1981), repetición de movimientos en el espacio de personajes con capucha; de Eh Joe (1966), el personaje sentado al borde de una cama que, junto al texto dramático de No yo, le pudo dar a la puesta en escena un contexto diferente sin traicionar ciertos elementos de la estética beckettiana. Pese a ello, se ha tomado ciertas libertades que permiten especular el entrecruzamiento de la poética de Beckett con una realidad signada por la violencia.
El primer aspecto que debemos considerar es la presencia de un espacio con elementos y la proyección de imágenes en el fondo de escena. En este espacio se encuentran los cuerpos que van a interactuar. La puesta puede dividirse en dos momentos: la preparación y la puesta de la dramatícula de Beckett propiamente dicha. La presencia de los cuerpos en la primera parte es una elección que funciona como una resolución política con respecto al tema de la experiencia de la violencia que la protagonista expone en su parlamento. También puede verse como la representación de la puesta en escena de No yo, tanto como el antecedente de lo que la boca enuncia como en mostrar al espectador el modo en que el cuerpo es inmovilizado para la representación. Por lo general, se conoce la puesta para la televisión BBC2, The Lively Arts: Shades, Three Plays de Samuel Beckett sólo con la boca de Billie Whitelaw, quien había sido dirigida por el propio Beckett para su estreno en Londres. La versión teatral, que es la que recupera y resignifica esta puesta, vuelve a introducir la figura del oyente. Ese personaje masculino que ahora no sólo escucha, sino que también se presenta como quien conduce y somete a la protagonista y la lleva hacia su enunciación.
Es en este aspecto donde la puesta de Allasino recupera en la acción dramática lo que en la pieza de Beckett aparece sólo en el parlamento fragmentado y casi desarticulado. No lo explicita, sólo lo lleva a una exposición de la violencia en el acto de la interpretación. Los cuerpos desnudos, por otra parte, ponen en evidencia aquello que en la obra beckettiana aparece ausente, ya que lo que encontramos es sólo una boca suspendida en el vacío.
Otro aspecto interesante es el uso de la proyección, sobre todo en la segunda parte de la puesta, donde se focaliza la imagen en la boca del personaje femenino y se recupera también la imaginería de la versión fílmica a la que ya hemos aludido. Hay entonces una iteración de la puesta, tanto durante la acción misma de los personajes en la primera parte, hasta el primer plano de la boca durante el parlamento y su proyección en el fondo de la escena.
La actuación de Paulo Livieri, considerando la perspectiva de la puesta de Allasino, encuentra un justo equilibrio en los momentos en que interactúa con el otro personaje. Por su parte, el trabajo de Agustina Prato es impecable, sobre todo en el soliloquio/monólogo. También es importante aclarar que lo interesante de su recreación del personaje es que se aleja de la versión de Billie Whitelaw (que por lo general todos quieren emular) sin traicionar el espíritu de la poética de Beckett. Con muy buena dicción, el texto fluye, con gritos y expresiones que exhiben la tensión de cada una de las palabras. La puesta en general funciona cabalmente como relectura de la obra de Beckett, atenta a aquellas formas del silencio que rodean la violencia para también dar cuenta de una expresión mínima necesaria para una puesta en escena de estas características.
No yo, de Samuel Beckett, dirección de Marcelo Allasino, El Excéntrico de la 18, Buenos Aires.
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