Inicio » OTRAS LITERATURAS » Cartas a su madre

Cartas a su madre

Charles Baudelaire

OTRAS LITERATURAS

Primer acto: un poeta acuciado por las deudas pide un pequeño monto de dinero para afrontar sus necesidades mínimas y darle un respiro a su lucha por la subsistencia. Segundo acto: el poeta se excusa por recurrir otra vez a un pedido de dinero, pero si lo hace es debido a que es su último recurso y porque en su haber no hay otra cosa que “deudas y proyectos”. Tercer acto: el poeta se avergüenza de sí mismo por tener que ofrecer un espectáculo tan indigno, pero esta será la última vez que recurra al acto de pedir dinero (en breve cobrará el anticipo de un escrito con el que podrá salir de una buena vez de su vida de penurias). ¿Cómo se llama la obra? Cartas a su madre, de Charles Baudelaire. 

Parece una broma, pero no lo es: el poeta con cuya obra se inaugura la concepción de la lírica moderna vivió bajo un apremio económico constante y en circunstancias en que los deberes que él mismo se había impuesto (“el pago de las deudas, la adquisición de la celebridad, el alivio de los dolores”, según los describe en una de sus cartas) se le aparecían como de cumplimiento imposible bajo esas penosas condiciones. Lo teatral, por otro lado, puede ser un modo añadido para abordar la lectura de este epistolario que recoge cartas enviadas por Baudelaire a su madre entre 1839 y 1866, ya que leídas de corrido conforman una especie de enardecido soliloquio en el que el tema del dinero insiste bajo diferentes modos enunciativos: se lo pide, se lo ruega, se despotrica sobre él, se lo necesita. Allí está uno de los vértices de la modernidad baudelaireana: el lugar del poeta en relación con el mercado (“como nos encontramos en el terreno de las cuestiones materiales, bástele saber que bueno o malo, todo se vende, sólo es cuestión de constancia”, escribe con implacable lucidez acerca de una novela que proyecta escribir). También están sus continuos reproches a la tutela económica impuesta sobre su persona y ejercida por su asesor judicial Narcisse Ancelle, su encono hacia el coronel Aupick, con quien su madre había contraído segundas nupcias tras enviudar de su padre, o los contradictorios sentimientos que le despierta su amante Jeanne Duvall. En “El artista como sufridor ejemplar”, Susan Sontag se preguntaba por qué leemos los diarios de un escritor. Probablemente porque es “material bruto”, se responde, y entonces “leemos al escritor en primera persona, nos encontramos con un ego desprovisto de las máscaras del ego de las obras del autor”. Algo similar puede decirse respecto de su correspondencia, o incluso más: el “diario de escritor” es un espacio aún demasiado literario como para despojarse de esa máscara a la que alude Sontag, y la escritura permanece todavía sometida a la búsqueda de un estilo. Las cartas son, en todo caso, un espacio menos ilusorio y nos muestran tal vez mejor, si no un “corazón al desnudo”, al menos las máscaras de las que ese corazón se valió para transitar por la vida social, o las poses que a veces debió adoptar para circular en ella como un sujeto. Así, se hacen manifiestos por ejemplo los modos (muchas veces dolorosos) en que ese ego debió responder a una exigencia y volverse demasiado visible a los otros cuando, tal vez, hubiese preferido no hacerlo. El mundo de pasiones, arrebatos o consideraciones que dan vida a estas cartas estará siempre mediado, además, por la presencia invisible de esa destinataria singular que las lee y a quien esa escritura está dirigida. 

En el primer poema de Las flores del mal, luego de su famoso exordio dedicado al “hipócrita lector”, Baudelaire monta una pequeña escena en la que se representa la llegada del poeta al mundo. El espesor y la dimensión del episodio se los da la reactiva respuesta de su madre (no la suya en particular, sino la de cualquier poeta): “Cuando por decreto de las supremas potencias / en este mundo de hastío aparece el Poeta / su madre, espantada y blasfemando / a Dios que apiadado la mira, le muestra sus puños: // “¡Ay! ¡no haber parido un nido de víboras / en vez de a un ser tan irrisorio! / ¡Maldita la noche aquella de efímeros placeres / cuando mi vientre concibió mi propia expiación!”. Es un comienzo bufonesco y patético, y a través de la burla Baudelaire presenta al poeta como un monstruo ante esa primera mirada que lo recibe en el mundo, ya que su designio será frustrar irremediablemente toda expectativa materna. Por lo hiperbólico y desmesurado que resulta, difícil saber de dónde proviene el reniego. ¿Son palabras de la madre? ¿O mejor escucharlas como la voz introyectada del poeta en su afán de autocastigo? ¿Es el hecho de no haber podido complacer esa ilusión lo que lo lleva a impugnarse a sí mismo de ese modo ridículo? La escena es ficcional, pero con ella Baudelaire le asigna a la figura del poeta (que es en definitiva él mismo) ribetes heroicos. Poeta es ese ser que hace desbarrancar los futuros anhelos sobre él proyectados y que lleva a la ruina toda expectativa. En esa escena se concentra buena parte de la poética que Baudelaire fue instaurando, con todo su componente de malditismo. Sus cartas se sitúan al otro lado de sus poemas, como un reverso y un entramado real que acompaña la laboriosa construcción de esa nueva figura, tan decisiva para la poesía que le sucedió. 

 

Charles Baudelaire, Cartas a su madre, traducción de Walter Romero, Blatt & Ríos, 2025, 336 págs.  

 

 

 

11 Dic, 2025
  • 0

    Pálido caballo, pálido jinete

    Katherine Anne Porter

    Juan F. Comperatore
    4 Dic

    Cada vez que se ordena la biblioteca —con la vana intención de encauzar lo que prospera en desorden—, Katherine Anne Porter suele quedar un poco al margen,...

  • 0

    Pan

    Knut Hamsun

    Manuel Crespo
    27 Nov

    De lo mucho que se ha escrito acerca de Pan (1894) —la dicotomía entre naturaleza y civilización, el influjo dostoievskiano, la estacionalidad de la pareja protagonista: el...

  • 0

    El resto de nuestras vidas

    Benjamin Markovits

    Manuel Álvarez
    20 Nov

    Si uno no indagara en la biografía de Benjamin Markovits —su nacimiento en California, su educación itinerante en Texas, Londres y Berlín— y tuviera que adivinar de...

  • Send this to friend