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En un juego dinámico de encastres sucesivos las ficciones crecen dentro de las ficciones y se intrincan unas con otras. Hay una obra de marionetas que en un momento van a ver un espectáculo de teatro cuyos personajes son espectadores de una película: tres lenguajes reunidos en un acontecimiento. Todos los personajes, en Arde brillante en los bosques de la noche, son a la vez participantes y espectadores. Así como la novela hizo del lector su héroe predilecto, esta pieza de Mariano Pensotti hace algo semejante con el espectador. ¿Qué hace el espectador con lo que ve?, parece preguntarse la obra y, en el final, soltará el interrogante para que se lo lleve el público.
Una docente universitaria especializada en la Revolución Rusa investiga y enseña sobre la bolchevique y feminista Alexandra Kollontai, pionera en la lucha por el derecho al aborto y por la libertad de las mujeres en las relaciones de trabajo y de pareja. Como parte de la ficción que postula Arde brillante…, se cuenta que una hija de la Kollontai se habría radicado en Misiones para vivir en comunidad con otras amazonas rusas exiliadas que escapaban de las purgas genocidas estalinistas. Los actores manipulan marionetas que son dobles exactos de ellos mismos para contar historia y contradicciones de esta académica porteña y su vida familiar. En la obra de teatro que van a ver las marionetas, a su vez, se narra la vuelta de una mujer al hogar luego de dejar por muchos años a sus hermanos y a su madre en Europa para sumarse a la guerrilla colombiana. La pieza hace estallar las discordancias de los que se quedaron, que pretenden hacer negocio con la historia de la hermana, a la vez que pone en evidencia las no tan épicas heridas subjetivas que los años en la selva y en la lucha armada dejaron en ella. Finalmente, en la película una joven periodista conduce un programa sobre feminismo y viaja con sus colegas a Misiones para “enfiestarse” con unos stripers, supuestos descendientes de la hija de la Kollontai y sus camaradas perseguidas. ¿Qué pasa cien años después con los conceptos de la dirigente soviética sobre el cuerpo, la sexualidad y la liberación femenina en una sociedad que sostiene el uso de los cuerpos como materia a ser oprimida, dominada, vigilada? Esa es la perturbadora pregunta que queda en el aire.
Como en cada una de las obras de Pensotti, el dispositivo escénico —concebido con Mariana Tirantte— es extraordinario. Destacar en demasía el prodigio del mecanismo, sin embargo, puede resultar mezquino con el formidable trabajo y la entrega de los actores (Susana Pampín, Laura López Moyano, Inés Efrón, Esteban Bigliardi y Patricio Aramburu) que son la clave de la experiencia tan divertida como inquietante que constituye la obra en su totalidad. Si bien el cuerpo está intrínsecamente en el centro del hecho teatral, hay obras en las que parece sustraerse. No es el caso de Arde brillante…, en la que el cuerpo es asunto y forma como territorio en disputa permanente. Mediante nombres —se habla de Maiakovski, Lenin, Toni Negri, Paolo Virno, entre otros— y consignas, pero sobre todo en lo narrado, la obra está atravesada por cuestiones como el género, la desigualdad, la explotación, la biopolítica, el consumo. De esta manera, la ficción teatral rompe con la especificidad en sus materiales y procedimientos, pero también en el abordaje de lo político y su inscripción en la subjetividad, sin cinismo ni petulancia. El felino del bello poema “The Tyger” de William Blake es el que se esconde “en los bosques de la noche”. En la versión de Pensotti, acaso la misma Kollontai y sus ideas libertarias son las que destellan agazapadas en la noche oscura del presente.
Arde brillante en los bosques de la noche, dramaturgia y dirección de Mariano Pensotti, Teatro Sarmiento, Buenos Aires.
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