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ARTE

Entrar a la galería con el típico formato heredado de las fábricas de Chelsea (NY) y recibir un dardo como obra o exhibición es a lo que uno intentaría aspirar en una época de masturbación de vocabulario y canales infinitos de acceso a imágenes que nos hacen creer que no tenemos tiempo. Sin embargo, esta aspiración no pareciera realizable cada día. Tampoco se puede vivir en un estado de éxtasis en el que uno sólo logra pensar a partir de dardos clavados en el cuerpo. Cuando entré en Ficción primitiva, la exhibición de Mariana Telleria, en mayo de 2018, ya sabía que iba a recibir un dardo. En el caso de Biodélica lo suponía, aunque lo prejuzgué más suave. El efecto que recibí fue el contrario: más fuerte porque no lo esperaba. En la exhibición de Telleria la luz central estaba desactivada por completo y era reemplazada por un sistema cableado de luces azules acomodadas de forma orgánica respetando un orden pseudogeométrico. Por el clima político en el que nos encontramos, interpreté la intención de las luces con tono policial, pero si hubiesen sido verdes, probablemente lo habría asociado a la ley del aborto legal, seguro y gratuito que parece haberse vuelto parte de nuestro imaginario, al menos en ciertos círculos sociales.

En Biodélica, Florencia Rodríguez Giles se acomodó a la luz original de la galería Ruth Benzacar y al formato heredado de los años 90 del cubo blanco, hoy fábrica. Con su propuesta encerrada en este contexto, la artista ataca una problemática que nos está atacando o que atacamos nosotras: la mutación del género y de los paradigmas culturales patriarcales que oprimían el desarrollo de la actividad política y profesional de las mujeres. El montaje con tensores colgando del techo de la galería se asemeja al mundo intramarino de suspensión y desplazamiento acuático o a la selva subtropical donde lianas caen de árboles de alturas inimaginables. Una a una, aguardando nuestra aproximación, esperan las obras empapadas de referentes de ciencia ficción, literatura infantil, manga, documentales de ciencias naturales y libros de biología. Las obras se comunican entre sí y le hablan a su audiencia asistidas de numerosos personajes formados por ojos, cadenas, hojas, trenzas y lianas combinados de una forma que encandila como la belleza. Una belleza con contenido que nos atrapa a la vez que renueva el deseo de permanecer y moverse allí. El grafito detallista de los dibujos hace y deshace los nudos de las trenzas y entramados textiles, los tejidos de la piel y de las fascias. Estos exponen visualmente la complejidad del proceso de mutación social hacia múltiples géneros y expresiones, y el debate que le sigue sobre la igualdad de derechos: el de los oprimidos, el de los opresores, el de los que heredan una historia de opresión aunque no la hayan ejercido, y el de los que tal vez la ejercían inconscientemente y se ven obligados a revisar su educación y metodologías de interacción desde sus orígenes hasta la actualidad. Todo esto rige para todos aquellos que tienen capacidad de observación, porque siempre está el porcentaje de gente al que no le funciona el aumento de lentes ni tampoco la operación de ojos; si no, asumo que el aborto ya sería legal.

¿Por qué verbalizar?

Al entrar en la galería y al día siguiente cuando me siento a escribir, me invade la duda sobre la necesidad de la palabra frente a una imagen de potencia. No creo en el sistema de escritura como modo de validación, sino como extensión del pensamiento. Tal vez por esto sea importante explicitar que lo que mueve la programación de la galería Ruth Benzacar en este ciclo 2018 casi por terminar es el feminismo. Hay muchos debates internos hacia adentro y fuera de este y probablemente tantos feminismos como feministas existamos. Yo nací feminista inconsciente a través de procesos que recién ahora puedo vislumbrar. Tener conciencia de que una es feminista es un debate contemporáneo, al igual que la demanda de desarrollar pensamiento y alternativas dentro y hacia afuera. Tal vez el equilibrio entre la violencia de las imágenes y lo delicado del trazo de Biodélica, junto con la escala de sus dibujos, sean piezas de trabajo claves con las cuales poder pensar.

 

Florencia Rodríguez Giles, Biodélica, Galería Ruth Benzacar, Buenos Aires, 26 de septiembre – 3 de noviembre de 2018.

 

25 Oct, 2018
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