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Hay pasiones que sólo las despiertan un libro, una película, una canción. El lenguaje de la arquitectura es más hermético: las ideas que proyectamos y construimos suelen pasar desapercibidas para el usuario desprevenido, a pesar de que se consume más arquitectura que literatura, cine o música. Hay excepciones. Oscar Niemeyer es una de ellas. Pertenece a ese grupo de arquitectos que ya son parte de la cultura popular. El conocimiento de su obra excede al de los especialistas.
Imagino la conversación con un desconocido cualquiera si me viese leyendo Diario-Boceto.
―¿Estás en Niterói?
―No, recién llegué a la iglesia de Pampulha.
―Ah, qué maravilla… y la catedral de Brasilia, ¿la viste, la viste? Yo estuve ahí hace treinta años. Debe estar ya medio viejita. La tengo guardada en el estante selecto de mis recuerdos.
―No, qué va a estar vieja: hace poco estuvo ahí mi primo, en un casamiento, ¡todavía la gente se casa! Está como nueva.
Podría ser. Un diálogo un tanto raro, teniendo en cuenta que en este libro no se describen las obras. Como sugiere el título, se trata de textos y dibujos realizados por el gran maestro carioca. Dibujos muy sugestivos. Y textos de diferentes momentos de su vida, que transmiten algo imposible de relatar en una breve reseña: la pasión con la arquitectura de este personaje de más de un siglo.
El libro recopila distintos textos escritos por el autor a lo largo de su vida. Pasa indistintamente por la etapa de aprendiz en el estudio de Lucio Costa, la militancia en el Partido Comunista, la experiencia de Brasilia, el exilio. Refleja los vaivenes y contradicciones de sus obras, la mirada sobre la tradición y la contemporaneidad. La sencillez, pero también la vanidad. El distanciamiento con el International Style a la par del respeto a Le Corbusier:“yo ya me inclinaba hacia una arquitectura más libre, más liviana y más desenvuelta, y más cercana a nuestras antiguas iglesias coloniales, lejos de las estructuras contundentes preferidas por el francés”.
Y atravesando la totalidad de textos y dibujos, la curva. O más bien, las posibilidades de construir en su material por excelencia: “ese mundo fascinante de curvas y formas diferentes que ofrece el hormigón armado”.
Un libro, Diario-Boceto, de múltiples lecturas. Para un estudiante de arquitectura estará repleto de anécdotas y consejos. A un aficionado le permitirá entrar en ese mundo vedado, el de cierta locura que a veces no se puede explicar, la chifladura de los arquitectos por cosas que a ojos extraños podrían resultar banales. Y a un arquitecto con experiencia le recordará que se puede hacer buena arquitectura durante más de cien años.
Oscar Niemeyer, Diario-Boceto, selección y traducción de Teresa Arijón y Bárbara Belloc, Manantial, 2014, 232 págs.
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