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Hay una serpiente en mi bota

Santiago Paredes

ARTE

Podríamos decir que la experiencia estética de Hay una serpiente en mi bota comienza al desatarse los cordones de las zapatillas para dejarlas en las escaleras de Moria Galería. Arriba, nos recibe el piso cubierto de goma eva y dos espejos de escala humana con forma de vasija que flanquean el ingreso a la sala principal. Descalzos, y por ello un tanto vulnerables, una alfombra de pelo largo y suave nos invita a pasar. Adentro, la sensación de incomodidad desaparece. Nos volvemos a agachar, esta vez para saludar a amigxs y colegxs sentadxs a una mesa japonesa, hojeando lo que parecen ser publicaciones de arte, de papeles finos, de tapas monocromas y algunos impresos en seda.

Una de ellas, una suerte de antología pictórica-afectiva titulada Just Art, se compone de reproducciones de obras de artistas de distintos períodos, yuxtapuestas sin orden cronológico. Como si pudiésemos recorrer una historia de las imágenes según Santiago Paredes, a través de sus referentes.

Teniendo en cuenta que la historia del arte se basa en inclusiones y exclusiones de nombres de artistas según el criterio de determinados autores, ¿acaso no podría cada unx escribir su propia historia de las formas? ¿Una historia no evolutiva, en donde todo conviviera en una misma constelación? Además, las reproducciones impresas sobre papel ¿acaso no son el primer contacto de muchxs con las “grandes obras” antes de que podamos estar frente a alguna de ellas?

Otras de las publicaciones diseñadas y producidas especialmente para la muestra por Paredes son: 1969: When the Attitude Became Form, sobre la muestra homónima curada por Harold Szeemann en la Kunsthalle Bern y su reactivación en la sede de Fundación Prada de Venecia en 2011; Bettie Klein, de Richard Prince, a partir de fotografías de Irving Klaw y pinturas de Franz Kline; Some Chairs, que compila sillas diseñadas por Gaetano Pesce; Contemporary Fashion Screenshots, compuesta por capturas de pantalla de desfiles de la colección otoño/invierno 2020 de Maison Margiela.

La mesa contiene y presenta en cierta forma pintura. Es como si pudiésemos hacer zoom en las pinturas de las paredes y llegáramos al píxel: todo este material impreso relevante a la vista y al tacto, que a su vez funciona como un disparador de conversaciones entre lxs visitantxs que dejan a un lado su rol pasivo de merxs espectadorxs. Después de unos minutos de hojear las publicaciones y charlar, levantamos la vista para prestar atención a los objetos expuestos: pinturas de colores vibrantes y escenas propias de la pintura moderna, algunas still life, otras con figuras humanas, una con un gato azul rodeado de libros y floreros. Todas producidas de forma digital e impresas sobre plush y pana.

Arriba y a los costados de algunas de ellas, hay espejos recortados en forma de vasijas de siluetas erráticas, caprichosas y atractivas, como el reflejo que devuelven. Si la vasija de cerámica es el objeto donde, durante el período helénico, se plasmaron imágenes para representar narraciones heroicas y escenas de la vida cotidiana, en las vasijas-espejo de Paredes nada se plasma de forma permanente, reflejan todo a su alrededor, cambian todo el tiempo según quién y desde dónde las mire. Son puro presente.

Hay una serpiente en mi bota evoca una estética relacional que privilegia la construcción de un dispositivo de encuentro y participación directa en la enunciación de un estar-juntxs, nos invita al encuentro con otrxs y a participar en una conversación entre distintos períodos de la historia de las formas y las imágenes.

 

Santiago Paredes, Hay una serpiente en mi bota, curaduría de Irene Gelfman, Moria Galería, Buenos Aires, 10 de marzo – 30 de abril de 2022. 

31 Mar, 2022
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