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Adaptación de la obra homónima de Bertolt Brecht, la película de Volker Schlöndorff cuenta en veinticuatro capítulos arbitrarios e inconexos la historia de Baal (demonio interpretado por Rainer Werner Fassbinder), un antihéroe que desafía los límites del orden cultural y que despierta, casi de manera sobrenatural, inexplicables fuerzas de idolatría y violencia a su alrededor. Dirigida para la televisión de la Alemania Occidental en 1970, fue inmediatamente prohibida y olvidada, hasta que se restauró finalmente en 2011.
Baal (estrenada recientemente en Buenos Aires) es una película de Schlöndorff, pero podría haber sido una película de Fassbinder. La corriente moderna del cine alemán fue heterogénea y compleja de definir. De ella formaron parte múltiples cinematografías que mostraron diferentes preocupaciones narrativas y recursos estilísticos, y se definió, ante todo, como un cine obligado a reinventarse, cargando con la responsabilidad de su pasado cultural inmediato. Cuando el cine busca algo en el teatro, decía el teórico André Bazin, frecuentemente fracasa. Fassbinder, en cambio, siempre fue exitoso en su intento, dividiendo los encuadres en distintas capas en las que los elementos se mueven de forma aparentemente independiente, renovándose una y otra vez (renovación en la que los elementos del teatro logran ser manipulados por el cine). Baal no entra en esa discusión y se saca el problema de encima a través de una puesta en escena donde la cámara, por lo general en mano, tiene movimientos repentinos y rompe constantemente la cuarta pared, queriendo mostrarlo todo. Una vez más, la relación entre el cine de Fassbinder y el teatro es abierta y positiva: este no deja de aparecer en Baal por su negación, que no hace más que evidenciar sus formas.
Además, está el texto de Brecht. Existen, desde la teoría, varias asociaciones entre ambos autores, que señalan un intento —que las películas de Fassbinder parecerían ilustrar— de llevar al cine el método brechtiano de extrañamiento. En Baal se revelan algunos elementos que lo evidencian de forma literal: repentinos movimientos de cámara y fuera de foco, separación de la trama en capítulos arbitrarios, acciones interrumpidas por montaje, imágenes sobreexpuestas, por nombrar sólo algunos. Sin embargo, la relación con el método brechtiano surge, especialmente, en la capacidad que tiene la película de hacer visible un sistema de producción: el modo de trabajo del grupo de cineastas, dramaturgos y actores que caracterizaron a esta vertiente del nuevo cine alemán. Un modelo que refleja su necesidad compulsiva de filmar, de insistir sobre nuevas formas de representación que puedan exorcizar demonios del pasado y reflexionar sobre el modo de vida alemán. Un intento de reinventar el cine para reinventar la vida.
Pero, sobre todo, lo que aparece lúcidamente en Baal es Fassbinder como figura central dentro de esa mecánica de trabajo que él mismo creó. Schlöndorff se consagra como un profeta: Baal es una película biográfica sobre el cine moderno alemán, lo que equivale a decir que es, ante todo, una película sobre Fassbinder. En ella se escucha la voz —extraordinario hallazgo de esta restauración— del oráculo que anticipa la tragedia y articula el mito de Fassbinder, el demonio del nuevo cine alemán.
Baal (República Federal de Alemania, 1970), guión de Volker Schlöndorff a partir de la obra de Bertolt Brech, dirección de Volker Schlöndorff, 87 minutos.
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