La nueva vida de Toby

Hablar de géneros es hablar de separación: no es extraño entonces que las dos series más atendibles del año en invertir lo femenino y lo masculino ahonden en los vacíos dolorosos de la distancia. Pero mientras que Juntas hasta la muerte altera el sexo de los gemelos de Cronenberg para llevar el dualismo al extremo en los contraplanos especulares de una majestuosa Rachel Weisz, La nueva vida de Toby invoca la compleja figura del triángulo para exponer su reversión en torno a los más convencionales abismos del divorcio. En un primer momento la tira debut de la showrunner Taffy Brodesser-Akner se permite la picardía troyana de hacerse pasar por una de esas viejas épicas de solteros recién librados del nido conyugal. Toby Fleishman (un Jesse Eisenberg retóricamente judío, neurótico y neoyorquino) alterna la redescubierta soledad en su piso de Manhattan con la cópula gimnástica de aplicaciones de citas y una esmerada rutina como hepatólogo en un hospital. De su exmujer Rachel (Claire Danes) se sabe poco, y son sus hijos pequeños Hannah (Meara Mahoney Gross) y Solly (Maxim Swinton) el único rastro de la vida familiar que quedó atrás.

La pronta alerta de que nada es lo que parece la activa la voz femenina que acompaña las peripecias nerviosas de Toby, de quien se esperaría la típica evocación monologal desde un horizonte estabilizado. Pero lo que se oye es un relato irónico, descriptivo y compasivo en tercera persona que se comprueba provenir de su amiga Libby Epstein (Lizzy Caplan), quien articula con el suave Seth Morris (Adam Brody) un trío entrañable de pasado universitario. Hasta mitad de temporada las intervenciones en off de Libby predominan por sobre las presenciales y Toby se mantiene como protagonista excluyente de su ficción. Por medio de recurrentes flashbacks va entrando también en pantalla Rachel, y así se asiste de manera intermitente al inicio, transcurso y colapso del matrimonio: Toby en especial aparenta ser la estupefacta víctima de una esposa cruel y workaholic que abandona a marido e hijos con adúltera negligencia.

En cierta instancia, la serie da un salto cuántico que no por casualidad coincide con la inmersión de Toby y sus retoños en un ominoso agujero negro de instalación espacial. Allí donde el temor a la soledad, a la mediana edad y a la muerte encuentra una tan valiente como ilustrativa sanación, La nueva vida de Toby deja de ser solo de Toby. Libby se desplaza sorpresivamente a la primera persona para detallar sus angustiosos avatares como aprendiz de escritora en una revista donde sólo los hombres triunfan. Devenida madre cuarentona en un matrimonio estancado de suburbio, Libby se propone escribir una novela que revierta la injusticia padecida en carne propia. Esa misión cobra dimensión extra si se tiene en cuenta que la misma Brodesser-Akner fue una reputada periodista cultural que trocó su desilusión vocacional por la dedicación literaria, de la que resultó fruto el best-seller Fleishman Is in Trouble que ahora adapta a la televisión. El juego de espejos se completa con el retrato de Rachel, de la que se revela en tiempo oportuno una historia desgarradora que disiente con la versión de Toby. Más que guionista, Brodesser-Akner semeja una mediadora judicial dispuesta a descifrar campanas irreconciliables. Su tierna revancha consiste en aplacar todo prejuicio para contener comprensivamente a sus escindidos personajes.

La nueva vida de Toby, creada por Taffy Brodesser-Akner, Star+, 2023, 8 episodios.