Otra Parte es un buscador de sorpresas de la cultura
más fiable que Google, Instagram, Youtube, Twitter o Spotify.
Lleva veinte años haciendo crítica, no quiere venderte nada y es gratis.
Apoyanos.
Hay una foto extraordinaria del canadiense Jeff Wall que desde el más puro realismo fotográfico flirtea con el surrealismo como pocas. Dos chicos boxean en un living amueblado con minimalismo impecable de Ikea y todo se juega en el contraste. El misterio banal del conjunto lleva directamente al fotógrafo: ¿qué hace ahí? ¿Cómo es posible esa mezcla inverosímil de intimidad y performance, presencia y ausencia, composición y hallazgo?
Mariano Cohn y Gastón Duprat descubrieron una fórmula más ingeniosa y anárquica para alcanzar ese surrealismo doméstico en la pantalla chica y multiplicarlo semana a semana. Televisión abierta, el “primer delivery televisivo” con que hace quince años invirtieron los códigos rígidos de la TV, ha vuelto con atención renovada al público que “pide cámara” para ambientar las más variadas performances en el set improvisado de su casa. Hay nenas que muestran su colección de muñecas, jubilados que bailan sentados, adolescentes que componen coreografías complejas o rozan el porno soft aprendido en otras pantallas. Pero hay también amantes despechadas, domesticadores de mascotas, fans de Justin Bieber, raperos, odaliscas, skaters, grafiteros, DJ y hasta un gay que sale del clóset ante la cámara. Cantan, imitan, se confiesan, pero sobre todo bailan. Y hay que ver con qué soltura abren sus casas al público y montan los números que ensayaron durante horas frente al espejo del cuarto. Facebook, los videos caseros y las cámaras de los celulares los volvieron desinhibidos performers, coreógrafos amateurs, sofisticados productores de su propia imagen. Cohn y Duprat los acompañan en el tour improvisado por la casa, fijan la cámara en el living, la cocina o la terraza, y después los dejan hacer, sin ninguno de los protocolos pueriles con que los espectadores suelen pasar al otro lado de la pantalla, como masa amorfa que aplaude, llama por teléfono, vota o se humilla en torneos denigrantes. La serie, editada con un cuidado visual que destella en el mamarracho televisivo generalizado, compone un gabinete de curiosidades vivo y espontáneo, y es un venero de revelaciones urbanas para el curioso de vidas y la mirada atenta a los detalles. Interiores de PH de Almagro, jardincitos de Villa Pueyrredón, garajes de San Justo o pisos de Barrio Norte se despliegan junto con los cuadros vivos de familias en el fondo, por detrás de las estrellas fugaces. Hay que estar atento. Muebles, adornos, afiches, heladeras, plantas de interior, atuendos… todo habla.
Mucho se ha dicho sobre el narcisismo en las redes sociales y el impacto modelizador de la cultura del espectáculo. De nada sirve en algunos momentos raros en los que en Televisión abierta alguien se entrega al ritmo de Britney Spears o Lady Gaga, vive la música en el cuerpo, se olvida del resto, y sólo cuentan la felicidad, el frenesí, la gracia y hasta cierta torpeza del que baila. Como en la foto de Wall, Cohn y Duprat se esfuman de la escena. Son apenas el espejo del cuarto.
Televisión abierta, idea y dirección de Mariano Cohn y Gastón Duprat, producción de Untref Media, domingos a las 12 hs., América, 2013.
En una escena de El aprendiz que podría pasar desapercibida, el joven pero ya exitoso empresario de bienes raíces Donald Trump (interpretado por Sebastian...
“El que baila pasa” fue una consigna política que se hizo popular en Chile durante el estallido social de 2019. Grupos de manifestantes, tras tomar las calles...
Los documentales de Netflix —salvo honrosas excepciones— están cuidadosamente elaborados a partir de fórmulas caducas con las cuales resulta complejo vislumbrar algo, por más ínfimo que sea,...
Send this to friend