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¿Y dónde está el policía?

Akiva Schaffer

CINE y TV

Cansado de producir entretenimiento superficial, un exitoso director de comedias hollywoodense se propone filmar un drama sobrio y socialmente comprometido. Antes de hacerlo, llega a la conclusión de que para poder darle la profundidad necesaria debe conocer de primera mano la pobreza y el sufrimiento humano, por lo que decide disfrazarse de vagabundo y someterse a una serie de tribulaciones camuflado entre los desposeídos. Tras un malentendido, cae preso y es en la cárcel donde lo invade una epifanía: una noche se organiza una proyección para los internos y entonces descubre que a veces las comedias, usualmente desprestigiadas, son lo único que puede aliviar la dureza de la vida.

Este es el argumento de Sullivan’s Travels (1941), estrenada por estos lares como Por meterse a redentor, una de las más punzantes comedias de Preston Sturges y también una certera declaración de principios; ars fílmica (cuando no cómica) que el director construyó para plantar bandera frente a la pedantería del Hollywood solemne y defender la comedia como la más acabada forma del arte cinematográfico, no sólo por su impacto cultural sino sobre todo como necesaria válvula de escape y sublimación ante los excesos y miserias del modelo de explotación capitalista.

Décadas más tarde, un trío de cineastas conocidos como ZAZ (Zucker, Abrahams y Zucker) decidió flamear la misma bandera de forma desvergonzada, con un tono un tanto despojado de la centralidad de la sátira social que caracterizaba a Sturges pero sí heredero de su ritmo endemoniado y sus diálogos elocuentes. A este evidente legado incorporaron una hiperbolización del absurdo característica de los hermanos Marx, un desdén por las reglas de la física, influencia de los íconos del cartoon como Tex Avery, y una afición personal por develar el artificio de las formas más variadas (e inesperadas) posibles. Este estilo cómico marcó a fuego la década del ochenta tras el éxito de ¿Y dónde está el piloto? (1980), Súper secreto (1984) y, por supuesto, La pistola desnuda (1988), protagonizada por Leslie Nielsen como el teniente Frank Debrin.
Por fortuna y también por vocación, The Naked Gun (inexplicablemente retitulada en español ¿Y dónde está el policía?) es una fiel continuadora conscientemente respetuosa de este linaje. La cuarta entrega de la saga nos presenta a Frank Drebin Jr. (Liam Neeson), hijo del legendario y lamentablemente fallecido teniente, quien, al igual que su padre, utiliza estrategias extravagantes para ejecutar su trabajo policial. Su primera aparición es disfrazado de colegiala —en apariencia literalmente una niña pequeña— para frustrar un atraco a un banco que en realidad oculta un propósito ulterior: el robo de un peligroso aparato conocido como “P.L.O.T. Device” (léase “mecanismo narrativo”, aquello que hace avanzar la trama). Así es como esta nueva entrega le rinde homenaje a la saga desde el momento cero: atentando contra cualquier atisbo de verosimilitud y develando el artificio.

Tras la misteriosa muerte de un reconocido desarrollador de software, Debrin Jr. se embarca en una investigación atravesada por un sinfín de gags que oscilan entre arbitrarias referencias a la cultura pop, las posibilidades del absurdo, el slapstick y la satirización de un clima de época donde se discute más la representación que la realidad, todo esto encuadrado a su vez en otra de las marcas de estilo que caracterizan a ZAZ: la parodia de los géneros y subgéneros cinematográficos. Los lugares comunes del cine de acción y del noir son el combustible para una festiva exhibición de chistes que no le temen al ridículo, más bien lo contrario.
Justamente por este factor, lo que no resulta nada arbitrario es la elección del director para llevar adelante esta secuela. Surgido de la camada dosmilera de Saturday Night Live y miembro del grupo cómico-musical The Lonely Island, Akiva Schaffer ya cuenta en su haber con un puñado de producciones que se paran en los hombros de las estructuras genéricas convencionales para deformarlas y corromperlas hacia la comedia. Su ópera prima, Hot Rod (2007), hacía lo propio con las películas de hazañas deportivas, y su trabajo anterior al que nos compete, Chip y Dale al rescate (2022), ya parodiaba elementos del policial negro y el cine de aventuras, inevitable y disfrutablemente retorcidos por la lógica de los dibujos animados.

Para placer y orgullo de Preston Sturges, donde quiera que esté, el abordaje de Schaffer al legado de la factoría ZAZ en general y de La pistola desnuda en particular no se limita a un arsenal de recursos cómicos y narrativos: es, sobre todo, una postura frente al mundo. 

The Naked Gun (Estados Unidos, 2025), guion de Akiva Schaffer, Dan Gregor y Doug Mand, dirección de Akiva Schaffer, 85 minutos.

4 Sep, 2025
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