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Estamos ante un libro central porque expone que la literatura, en todo caso, atiende a problemas concretos de la realidad. Y entiende que el realismo no es contar esa realidad, sino advertir sobre su potencia. Condicionarla. Hablarle en paralelo con la certeza de lo acontecido. Ir detrás de una época para no ser un cínico que subestima sus alcances. Estamos ante un texto de y para la militancia, porque habilita la ambigüedad que incluye la patria de la felicidad tanto como el berrinche administrativo (peligro burocrático) de toda instancia organizativa. Sin ese dilema que alerta sobre las necesarias torsiones de la praxis, a la vez que da fuerza, no habría militancia sino exitismo.
Estamos ante un libro sobre la reminiscencia. Sobre los modos en que se iluminan nuestros pasados aventureros por los vericuetos de la praxis política, hasta recaer en un proceso que nos excede y moviliza. Hay una maestra devenida empleada del Ministerio de Educación que pronuncia la sentencia central: “no es cierto, lo contrario del voluntarismo no es el destino”; hay una bombilla de un grupo de cooperativistas hacedores de libretitas que ya tiene más gusto a mate que la propia yerba; hay “escoria lingüística acumulada” en las cabezas de los incipientes sindicalistas; hay sistemas políticos llamados “fríos” que garantizan calidez, no obstante. El libro se puede pensar como propio de los años iniciáticos que van de 2003 a 2010. Es un libro que se escribe sobre los estragos que causan las roturas de los lazos sociales post 2001. Pero se esperanza. Porque a la vez que se muestran escenas dramáticas, patéticas y simpáticas de la militancia, se va tejiendo por debajo una malla que termina en los modos actuales de participación. El período que narra Kesselman en sus relatos aparece como una época que empieza con las reparaciones particulares urgentes, el acceso masivo al trabajo y los coletazos del duhaldismo, que a esta altura reconocemos vetustos, y termina con la conformación colectiva que hoy vemos organizarse tensamente en torno al mito del período 2003-2010. El libro de Kesselman atraviesa ese momento para mostrar contrastes fácticos con el ahora. Escribe esa contradicción y la devuelve multiplicada en una prosa política eyectada por el entusiasmo que supone todo lo que hay por hacer, decir y discutir articulando con el Estado. Articulación es diálogo, tensión, contraste, dinámica, solidaridad y lazo. Este tiempo es este porque las vocaciones militantes están amparadas.
Estamos ante un libro sobre y en el kirchnerismo, porque escribe con cautela y terquedad dilemas para seguir ensanchando el amparo de la política como único modo de la justicia.
La voluntad siempre es subjetiva, privada. Pero se realiza con otros. Peleamos, coincidimos, nos fastidiamos. Pero siempre con los demás. Ese tesoro social lo cuidan, por caso, las vidas signadas por la militancia política. Organizamos estas palabras apelando a esos intercambios.
Violeta Kesselman, Intercambio sobre una organización, Blatt & Ríos, 2013, 84 págs.
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