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¿Y si el Brexit de a poco se vuelve Bremain?

DISCUSIÓN

Cometieron un grave error político. Cuando en política todo falla, llega la hora de los plebiscitos oportunistas. El 23 de junio tuvo lugar un referéndum en forma de respuesta a esta escueta pregunta: ¿debe el Reino Unido seguir o no siendo parte de la Unión Europea? Con una participación del 72%, 17.410.742 personas votaron a favor del Brexit (British Exit) y les ganaron a los 16.577.342 defensores del Bremain (British Remain). La consulta había sido anunciada hace años, aprovechando que la opinión pública quería mayoritariamente permanecer, tendencia sostenida en la posguerra (¡todos en el establishment suponían que iba a ganar el remain!). Pero la operación ocultaba su verdadero motivo: dirimir internas entre partidos mayoritarios, los cuales simularon hacer campaña para, mediante ella, redefinir de paso jefaturas propias. Este juego insincero pinta de cuerpo entero el modo de ser europeos de ciertos británicos y marca una constante que los define por igual: hoy, a tories y labours; ayer, a monárquicos y republicanos; anteayer, a papistas y anglicanos, retrocediendo en la historia hasta los normandos de casco y trencitas. Ese modo de ser parte de un todo mayor tiene un nombre que escalofría un poco: reticencia. La campaña desatada con motivo de la consulta fue una comedia de enredos: los laboristas simulaban luchar a favor de la permanencia, pero exhibiendo sin recato su desgano; los conservadores predicaban el desdén hacia Europa, aunque deseando perder la partida. Oportunismo burdo, de lado y lado. El lector atento puede observar la doble crisis que el resultado de la consulta no deja de agravar en los dos partidos: los laboristas piden la cabeza de su líder Jeremy Corbyn por no generar un apoyo entusiasta al remain; el premier David Cameron ofreció presuroso la suya a los conservadores, tras el grueso error de poner en peligro (sin necesidad) algo que los conservadores estiman (y necesitan) por encima de casi todo: la denostada Europa.

 

No son serios para cuidar la paz. Europa ha pasado en guerra continua la mayor parte de su historia (como referencia: la era cristiana; y, antes que ella, la gestación del Imperio Romano, play-off que ganó Roma en decenas de torneos que duraron siglos). De modo sugestivo, los períodos de decrecimiento bélico coincidieron con sucesivos empujones del poder europeo en ultramar (en otras palabras: colonización, colonialismo, imperialismo, etcétera), siempre con Britania por delante. Es útil revisar la cronología comparada de las naciones europeas de lo que en su momento se llamó la “Europa de los Doce”. El decaimiento del predominio colonial europeo (desde la pérdida de ambas Américas y luego, por goteo, de África y Asia) volvió a propiciar nuevas guerras continentales, llamadas en el Oeste mundiales,  mientras que en Oriente, europeas (interesantes denominaciones, desplazamiento sutil del lenguaje). Como sabemos, Inglaterra fue parte central de estas historias.

La paz es un hecho básico por considerar si queremos reflexionar sobre el futuro de Europa a la luz del referéndum en UK: la CECA (Confederación Europea del Carbón y del Acero), luego MCE (Mercado Común Europeo), luego CEE (Comunidad Económica Europea), luego UE (Unión Europea) hacen posible algo nunca visto antes en Europa. A saber: paz interna sin necesidad de colonialismo externo. Este mecanismo, novísimo y prometedor, es objeto de críticas europeas fundadas y dignas de consideración (Europa de los mercaderes, ciudadanos de primera y de segunda, etcétera). A las que se suma la extendida reticencia británica, clave del embrollo del Brexit/Bremain. Porque ocurre que los británicos nunca pudieron tragar que el eje estratégico de la paz europea no pase por Londres: lo traza una línea que une Germania con Galia e Iberia. Caprichos de la historia y necesidades de la geografía, que ni Enrique VIII fue capaz de modificar.

Sea como fuere, en opinión de muchos (incluyendo a la casi mitad de los anglos, recordemos), siempre será mejor una Europa unida en paz (que no deja de ser capitalista, desigual, hipócrita y siguen los adjetivos) a una Europa desunida proclive a deslizarse con más facilidad hacia guerras. No es mímica apocalíptica hablar en este momento de guerra como horizonte de una crisis europea ya existente, en el caso de que dicha crisis no tuviera salida mediante eficientes mecanismos de reunión. De la guerra intrafronteras (contra las minorías indeseables; léase: no blancos) a la guerra interfronteras (contra el vecino que hace diez siglos nos robó unas tierras fronterizas) no media más que un centímetro: aquí, de nuevo, la historia del viejo continente proporciona multitud de datos, muchos de ellos británicos.

Los votantes de Inglaterra y Gales no tomaron en cuenta nada de todo esto. A la grave incultura política ambiente, se sumaron la manipulación de datos, el fantasma de la avalancha migratoria, la invención de sobrepagos británicos para el funcionamiento de la UE. La situación es justamente inversa: muchos de los artículos que aparecen estos días detallan hasta qué punto UK recibe más de Europa de lo que le paga, si tomamos en cuenta el casi surrealista cheque inglés, que beneficia al archipiélago sin razones convincentes. Ojalá el periodismo de investigación británico describa un día esta manipulación de la cínica élite política bipartidista y bífida británica a costa del populacho cervecero (así lo ven aquellos).

 

Ya se están arrepintiendo. Dicho lo anterior, y mirando tanto la conveniencia británica como la reglamentación europea, es razonable preguntarse si Inglaterra no acabará quedándose en la UE como si nada (lo pregunto con cuidado: la prognosis es un arte incierto; no consigue elevarse por encima de la apuesta).

Irse del todo llevaría años de negociaciones que, empobreciendo (más) a los sectores que precisamente votaron la salida, provocarían mayúsculos malestares sociales que la clase política no está dispuesta a aceptar, ni a izquierda ni a derecha. Sólo un dato: los britons tendrían que renegociar unos ciento sesenta tratados económicos de gran magnitud y en vigoroso funcionamiento, que aseguran trabajo a miles y miles de votantes del Brexit.

– La élite inglesa no desea retirarse de Europa (recordemos que asegura la coordinación de movimientos de casi la mitad de la población, incluyendo la mencionada clase política, los jóvenes, los sectores productivos de mayor valor agregado, sin descontar los sectores con mayor nivel educativo).

– Lo poco que queda de la Commonwealth está que trina: se les reduce la entrada indirecta al gran mercado común europeo.

– No pueden rifarse tan fácilmente a Escocia e Irlanda, de las que tanto beneficio han sacado. Hace años que Escocia aclaró su deseo de irse de ese oxímoron denominado Reino Unido: le salió una oportunidad de oro, igual que a Irlanda. Y puestos a separarse las naciones respecto de los Estados, primeras en la cola esperan Cataluña, Bélgica flamenca, así como otros territorios capaces de no depender de gobiernos centrales que les infligen un trato desigual y en ocasiones humillante. ¿Alguien piensa que la Europa de los Estados no torpedeará una opción británica que abre la caja de Pandora?

– Pondrán trabas por su parte los mismos británicos (los que queden) a fin de contener la actual migración europea; pero no conseguirán parar el goteo secular de amigos asiáticos o africanos procedentes del antiguo imperio.

– Sectores enteros del saber, la industria y la tecnología se vendrían abajo al carecer del indispensable apoyo económico de la UE. Por mencionar sólo la ciencia, en su momento Europa apostó por centrar en Reino Unido ramas de investigación relativas al cáncer, las células madre, etcétera.

– Estados Unidos también se opondrá, salvo que gane las elecciones (y sería un desastre) el candidato del real estate. Aun así, con Donald Trump, ¿qué hacer con la OTAN, por ejemplo? ¿O cómo gestionar la relación norteamericana con Europa (que a USA le interesa más con UK que sin UK)? Además, a cualquier secretario de Estado le preocupará la desprotección atómica creada al debilitarse la posibilidad (económica) inglesa de gestionar las bases de Gibraltar y Malvinas, aspecto ya en pleno debate.

 

Sólo les queda maquillar la democracia. Por no quererlo ninguno de los que cuentan políticamente en este embrollo, es razonable preguntarse si al Brexit no lo irán dejando de a poco en la banquina. La pregunta de muchos ingleses podría ser: ¿cómo revertir una (pésima) decisión y a la vez mantener alguna apariencia de dignidad democrática? (nunca olvidemos que la democracia sigue siendo una utopía y que, en los buenos momentos, apenas alcanza a ser un barniz). Se adivinan algunos ingredientes del bloody mary (ya apareció el padre de la reina María Tudor): un tercio con bloqueo parlamentario (los lores previnieron que de Brexit, nada); otro tercio con calendarios de interminables negociaciones en Bruselas; y un poco con soborno emocional a los propios brexits, vía turismo futbolero o vacaciones con sangría, sex and sun.

Puestos a manipular, ahora pueden contar otro relato (tendrán que cambiar los relatores, a juzgar por el recambio de personal dirigente británico que se avecina). Esto ya había ocurrido en Europa. ¿Recuerdan las amenazas francesas de alejarse de Europa, en tiempos del general De Gaulle? Comparen con el disciplinado seguimiento de François Hollande a los tiempos y modos que hoy marca Angela Merkel.

Aquí tropieza (con estrépito) la democracia de la nación de San Jorge. Se abrirán nuevos debates sobre el valor de los actuales mecanismos de decisión popular (los intelectuales ingleses podrán finalmente descubrir algún interés en las posturas de los situacionistas franceses). A primera vista, la voz del Pueblo no pareciera ser la voz de Dios (en Gran Bretaña et ailleurs). Ya habíamos sido notificados de que Dios no existe. Tal vez tampoco exista una sociedad entendida como Pueblo, que sólo cuenta en el momento de ser acarreado para votar. Seamos honrados: tanta indignidad se parece bastante a la de otras comarcas que conocemos. Sólo que, en vez de otros artículos, en UK lo consiguen a base de cerveza y jacket potatoes. God save the Queen.

 

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