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Explicaba ya hace unas décadas Walter J. Ong que la invención de la enciclopedia, esa organización del mundo, o si se prefiere, de los conocimientos del mundo, a partir de una ordenación alfabética, había hecho posible el romanticismo: dado que el universo había sido compendiado, decía Ong, le era posible al escritor, a partir de entonces, desentenderse de la exposición didáctica y exhibirse desde su diferencia personal. Tal vez algo de esto esté presente en el lugar común que establece que el deseo de todo escritor es escribir un diccionario (sea el Diccionario del diablo, de Ambrose Bierce, sea el Diccionario del argentino exquisito, de Adolfo Bioy Casares).
En la enciclopedia —para decirlo de otro modo— escribe vigilante el filósofo, si bien es capaz de gemas de arbitrariedad muy notables cuando se dedica al diccionario filosófico, como nos recuerdan, entre otros, Voltaire y los soviéticos Rosental & Iudin. El diccionario de escritor, a su turno, es una articulación subjetivante, que vive cada palabra según resuena en un autor. De ambas instancias participa este Breve diccionario para tiempos estúpidos del uruguayo Sandino Núñez, quien muy tempranamente ganara en su país un concurso de narrativa (1981) y menciones de poesía (1982), para volcarse sin embargo a una enunciación algo cimarrona de la filosofía, ya que ha ejercido, desde finales de 1990, dando clases particulares de esa disciplina, desentendido de todo resguardo institucional. Filósofo sin cátedra y marxista viudo de partido, agréguese, Núñez, como ya sospecha el lector, ha producido un diccionario que cruza la neurosis del escritor con el celo epistémico del filósofo. Compila sesenta y tres vocablos, desde “acceder” hasta “violencia”, y en cada una de las entradas hace un recuento del término, según se lo entiende o se lo usa ahora, y según se lo entendía hasta hace poco. Así, muestra por qué, por ejemplo, el término “activista” ha sucedido al ayer tan en boga “militante”; por qué ahora no se estila decir “no me da el tiempo” y sí “no me dan los tiempos”; cuánto odio contiene el término “tolerar” o cómo en “odio” debemos atender la verdad de la destrucción, o voluntad de aniquilamiento, del American way of life.
Cada término descorre el marco teórico desde el cual debe ser leído, y cada derrape de sentido, cada nuevo uso que hoy se le da a un vocablo, alerta de un corrimiento epistémico. Hay un marco, claro está, desde el que el diccionario se formula, y que viene a ser su poética implícita: se parte de la base de que la trascendencia no ha sido obliterada y sigue vigente, al menos como fantasma desde el cual se debe leer la cháchara de estos días. A la luz de la trascendencia que invoca Núñez, todavía histórica, todavía moderna (es decir, todavía cristiano-teleológica), es dable leer, palabra a palabra, la morondanga que nos quieren vender estos inanes tiempos de tecnomercadeo y spinning, o de coaching ontológico, como señala Núñez. Para quienes no se resignan a olvidar el lenguaje como lo conocíamos, una alerta imprescindible.
Sandino Núñez, Breve diccionario para tiempos estúpidos. Observaciones oscuras sobre ontología pagana, Criatura, 2014, 144 págs.
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