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El fantasma en el libro

Javier Calvo

TEORÍA Y ENSAYO

Creemos haber leído a Sinclair, a Pound, a Hughes, a Coetzee, a Foster Wallace o a Palahniuk, pero si lo hemos hecho en nuestro idioma y no en el que ellos escribieron sus obras ha sido a través de las palabras elegidas por Javier Calvo. Kafka dijo que los besos por escrito no llegan a su destino, porque se los beben por el camino los fantasmas; Calvo sabe que en su oficio de traductor ejerce como un médium, un intérprete o una voz interpuesta, y por eso dice que su escritura es invisible o fantasmal.

Este libro contiene muchos otros, y entre ellos hay un manifiesto por el trabajo digno y está la historia en la que se relata la caída del traductor: de vehículo del verbo divino a algoritmo inhumano, el intermediario ha ido perdiendo con el tiempo su condición sagrada para ir instalándose en la precaria condición actual y en la amenaza del automatismo, que exceden la categoría de los problemas gremiales y se encuadran en ese diseño neoliberal que lo contamina todo. También se compendian las diferentes formas de acercarse a un texto para volcarlo a otra lengua, desde la libérrima infidelidad de Borges al rigor obsesivo de Nabókov, cuyas notas aclaratorias podían superar en volumen al original; de igual modo, leemos que las versiones de Shakespeare en Francia fueron rebajadas a la mitad y que en España se le añadían escenas y personajes, o que Chaucer cambió a Bocaccio a su antojo, bien reduciéndolo a un tercio o doblando el número de versos. “Traduttore, traditore” ha sido un adagio que fue haciendo fortuna, y Calvo asume los pecados de sus colegas de profesión a lo largo de la historia y se arroga la incómoda posición de representarlos a todos para entonar un mea culpa por haber reescrito, censurado, embellecido y adaptado a conveniencia, por pasar textos propios por traducciones y por cambiar los originales hasta dejarlos irreconocibles, para alegar después que ni aun con todas esas faltas merece su oficio el destino que parece esperarle.

Aunque se sabe del gusto del autor por la literatura hermética o esotérica, este ensayo está escrito sencilla y claramente, y su estructura aparentemente liviana y rebosante de anécdotas aloja en su interior asuntos de mucha enjundia perfectamente expuestos. Tiene especial interés el capítulo en el que se explican las disparidades idiomáticas entre las traducciones españolas y las latinoamericanas, una disputa en la que Calvo sostiene que no existe nada parecido a un español neutro o normativo, y que ignorar la oralidad o la particularidad de cada región sólo puede contribuir a empobrecer el idioma; sí que advierte el autor de la existencia de una imitación lingüística global del inglés, que tiene que ver con que la cultura anglosajona domina los flujos culturales y todo lo demás parece periférico. En ese contexto encuadra Calvo fenómenos como la fantraducción, que no considera amenaza para el profesional ya que no se ocupa del arte o de la literatura, sino de los contenidos: el traductor literario juega en otra liga, y para ser uno bueno hay que ser además escritor y lector, y tomarse —como Calvo— el trabajo muy en serio.

 

Javier Calvo, El fantasma en el libro. La vida en un mundo de traducciones, Seix Barral, 2016, 192 págs.

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