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El último teorema de Fermat es una historia de las matemáticas narrada a la manera de una novela épica. Matemáticos de todos los tiempos toman aquí la forma de magos y guerreros consagrados al descubrimiento o la invención de ecuaciones que enfrenten el siempre creciente conjunto de problemas y campos de análisis, como quien desafía a un enemigo cada vez más poderoso y necesita por ello armas, a cuál más grande y compleja. Como en la épica de molde clásico, hay un objetivo magno: la demostración del último teorema de Fermat. Y como en los relatos consagrados a la conquista de Troya o la destrucción de un anillo, notables personajes habrán de morir antes de ver el objetivo cumplido.
El planteo es sencillo: Pierre de Fermat, un amateur de las matemáticas cuando todavía podía haberlos, dejó escrito en el siglo XVII un teorema de fácil comprensión pero casi imposible demostración (es decir, en rigor dejó escrita una conjetura). Más de trescientos años pasaron hasta que un matemático obsesionado, Andrew Wiles, diera con el modo de resolver el problema, para lo cual hubo de invertir diez años de investigación en los que produjo avances diversos en campos antes desvinculados de las matemáticas. La demostración de Wiles, es justo decirlo, no integra el libro. Y es que su formulación se extiende, se nos informa enseguida, a través de más de cien páginas de las más intrincadas matemáticas. Apenas si hay un puñado de personas en el mundo capaces de comprenderla cabalmente. Así, el libro de Simon Singh, doctor en física de partículas y reconocido divulgador de la ciencia, trata y no trata sobre el problema planteado por Fermat. Ofrece un recorrido por los temas centrales de la teoría de números (con explicaciones, sí, algunas sencillas, no todas), a la par que narra momentos significativos de la vida de sus protagonistas. Para entender la importancia del teorema de Fermat, sostiene Singh, hay que ir al comienzo. Y allí vamos, a observar a Pitágoras y su inquietante y fabulosa hermandad hermética, que sentó las bases de más de una disciplina sin dejar de asesinar a alguno de sus miembros, porque estaba interesado en los números irracionales y esa investigación estaba prohibida por mandato expreso. Euclides, Hipatia, Pascal, Euler, Newton, Sophie Germain, Poincaré, Cantor, Russell, Hilbert y Gödel, entre tantos otros, harán luego fulgurantes apariciones en estas páginas, empeñadas mayormente en que el lector ingrese al universo matemático y se maraville por sus preguntas y sus caminos de reflexión antes que por sus soluciones.
Hay quienes descreen de la divulgación científica. Es como si añoraran el Renacimiento, en que una mente destacada podía dominar conspicuamente los mayores avances de los diversos campos del conocimiento. O, peor, es como si se regodearan víctimas de la división de tareas que permitió innumerables desarrollos a la par que volvía imposible para la mayoría el contacto razonado con ellos. Los demás, los que estamos interesados en saber al menos algo y confiamos en que esa porción, por pequeña que sea, nos abrirá un mundo, tenemos a veces suerte.
Simon Singh, El último teorema de Fermat, Páprika, 2014, 384 págs.
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