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La editorial Ampersand acompañó la publicación en castellano de Leer en Bizancio con la de Escribir, leer, conservar. Tipologías y prácticas de lo escrito, de la Antigüedad al Medioevo, ambos dentro de su colección Scripta Manent dedicada a la historia de la cultura escrita. El título de este último devela el ambicioso carácter de la obra que, más que una apretada síntesis, presenta la característica de una acumulación exhaustiva de información que reconstruye, hasta lo que la confianza del documento lo permite, la prehistoria de la cultura del libro que la historia naturalizó y que las novedades digitales de nuestra contemporaneidad intentan discutir. Si a través de Leer en Bizancio nos acercamos a la forma de lectura que allí se desplegaba, aunque con distintos grados de alfabetismo, por toda la sociedad, aquí se la contrasta con Occidente, donde existió un muy desigual alfabetismo entre los monasterios y la población laica (laicus prácticamente equivalía a illiteratus: iletrado o inculto), y también se diferenciaban las distintas órdenes: los benedictinos, que copiaban y acopiaban libros por su valor patrimonial; los dominicos, esencialmente predicantes, que valoraban el libro antes que nada como instrumento de su acción; y los franciscanos, que en un origen hasta supieron desconfiar de él, debido a su valor y belleza, por no corresponderse con sus autoimpuestos votos de pobreza.
Pero antes de llegar a tal comparación y diferenciación, que hoy podemos sostener con cierta confianza, Cavallo comienza describiendo la cultura de la palabra escrita en una Antigüedad que nos presenta como mucho más conjetural. Y al hacerlo no sólo nos enseña sobre el objeto (la escritura, la lectura), sino también sobre el método de reconstrucción de su pasado y las certezas e incertezas con que podemos hoy imaginarlo. La prosa de Cavallo, erudita, expone las debilidades de nuestro conocimiento. Va calificando el grado de confianza que podemos depositar en algunos análisis de los documentos conservados, el grado de fiabilidad de su carácter representativo, alerta sobre lo que sólo pueden ser hipótesis y también sobre el carácter muchas veces provisorio de lo que conseguimos reconstruir. Con Cavallo no sólo se aprende sobre los comienzos de nuestra cultura escrita, sino también a dudar, a ser prudentes, es decir, a investigar.
Una bella paradoja metodológica compone el recorrido que desarrolla: si la escritura del Medievo guarda para nosotros más libros (códices), mejor conservada su arquitectura, que habla con la forma de las antiguas bibliotecas, de los espacios de lectura y (cuando existían) de los lugares reservados para los copistas, y guarda también muy diversas fuentes secundarias (inventarios, referencias literarias, representaciones iconográficas), conjunto heterogéneo con la cual reconstruirla, la Antigüedad se presenta más esquiva y exige recurrir a otros monumentos, como por ejemplo las inscripciones de entonces en los muros públicos. De esta manera la historia de la escritura y la lectura, y del alfabetismo, va corriéndose sutilmente de una historia de las múltiples incisiones sobre tablillas, muros, papiros, linos, pergaminos (pieles de animales) a una historia del “libro”, más restringida y menos social.
Escribir, leer, conservar exige un lector paciente. Sin concesiones, apenas matizado por un cierre que se anima a leer en términos del tipo de alfabetismo existente en su cultura griego-oriental periférica de los siglos IV y V la preservación de la virginidad del santo Amún que narra Paladio, se nos presenta como un vasto compendio que ordena y discute información y fuentes, que dialoga con especialistas, que guía el adentrarse de iniciados en algún momento y espacio cultural particular (para quienes suma una extensa bibliografía comentada que cierra el trabajo). Por ello puede tornarse arduo y complejo para los meros curiosos. Pero para ellos, para muchos de nosotros, sin decirlo, el libro ofrece el enorme placer de los intersticios.
Guglielmo Cavallo, Escribir, leer, conservar. Tipologías y prácticas de lo escrito, de la Antigüedad al Medioevo, traducción de Lucio Burucúa, Ampersand, 2017, 376 págs.
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