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Fueron más de un millón y medio de personas asesinadas entre 1975 y 1979. Un tercio de la población de Camboya fue borrada del mapa por el régimen comunista de los “khmer rojos” del dictador Pol Pot. La nueva Kampuchea Democrática logró así eliminar la lucha de clases: la ciudad de Phnom Penh fue vaciada en tres días, la población del país fue enviada a la fuerza al campo para ser “reeducada”, desaparecieron las escuelas, los libros, los cines, los hospitales e, incluso, el dinero y la familia. Usar anteojos o pescar en un río eran símbolos de distinción e individualismo que merecían la eliminación.
El ícono de este genocidio es el S21, un antiguo liceo francés de la capital devenido en la Security Prison número 21, donde murieron por lo menos veinte mil personas. Y es con su director, Duch, condenado el año pasado a cadena perpetua, con quien el renombrado documentalista Rithy Panh teje una suerte de collage de diálogos, recuerdos e ideas. La eliminación es la bitácora del niño Panh de trece años que sobrevive a las masacres, del adolescente sin familia que navega por el exilio francés y del cineasta que intenta abordar racionalmente la criminalidad en masa. “La justicia –dice Panh a través de la pluma del novelista francés Christophe Bataille, que redactó el libro– no es la verdad [y por eso)] no trataba de comprender a Duch ni juzgarlo: quería darle la oportunidad de explicar detalladamente el proceso de muerte que él organizó. Duch tiene un punto flaco: no conoce el cine. Por ello utilicé las fotografías. Los registros. Los testimonios. Aporté pruebas”.
La eliminación también podría ser el backstage obsesivo de la gran mayoría de las películas del camboyano, anclado aún en París junto a millones de espectros importados del Sudeste asiático. Pero a diferencia de sus films, en este caso el personaje del libro es el propio Panh, quien pone ante los ojos del lector los miedos e impotencias de quien siempre permaneció al abrigo de la cámara. El texto serpentea entre dos tensiones paralelas: un contrapunto con el niño capturado por los khmer y un juego de espejos del adulto con el captor del régimen. “Tras cientos de horas de rodaje vi la claridad –comenta Panh–. Me había convertido en el instrumento de aquel hombre [Duch]. Me tambaleé cuando me respondió con sentenciosa serenidad: ‘Señor Rithy, ambos trabajamos para la verdad’”. Ante la imposibilidad del exorcismo, Panh clausura su sesión de desdoblamiento con una cita de Jacques Lacan: “El mundo es un infierno para el hombre que no cree en el diablo”.
Rithy Panh y Christophe Bataille, La eliminación, traducción de Joan Riambau, Anagrama, 2013, 220 págs.
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