¿Qué será la vanguardia?

Hubo una publicación cuyo impacto aún no hemos dimensionado del todo en lo que corresponde a la crítica argentina. Esa salida no es la de un libro, sino la de tres. Estrictamente, la del cierre de un proyecto al que, a la manera de la novela macedoniana, se volvía constantemente desde diferentes lugares. Esa publicación es la de los Diarios de Emilio Renzi, de Ricardo Piglia, obra que no sólo cierra y obliga a revisar la escritura anterior del escritor, sino que también ofrece una fotografía a destiempo de la intelectualidad argentina (de su formación, sus miedos, sus silencios y sus figuras obligadas) y abre un horizonte de problemas con los que tenemos que lidiar a la hora de pensar la literatura contemporánea. En ese sentido, la obra del crítico Julio Premat parece hacerse cargo de ese impacto y volver a Piglia, vía el seminario Las tres vanguardias, para posar su ojo sobre la literatura contemporánea y aventurarse a una serie de reflexiones en tiempos del (discurso del) fin.

Premat hace un repaso exhaustivo sobre la producción de Piglia, relevando las principales ideas del seminario de 1990 en donde el autor de Respiración artificial (otro gran intento de “resolver” la aparente distancia entre crítica y literatura) vuelve sobre el concepto de “vanguardia” a través del género con el que menos se identifica a esos movimientos: la novela. Allí, Saer, Walsh y Puig aparecen como respuestas que logran zanjar la diferencia entre literatura y vida, proyecto central del vanguardismo, al menos, según algunos autores, como el ya agotado Peter Bürger. Saer resolvería la distancia recurriendo a un subrayar la autonomía literaria; Puig, volcándose a recuperar el discurso de la industria cultural; y Walsh, relacionando vanguardia estética y vanguardia política. El número tres vuelve a repetirse para Premat, pero ahora identificando a los tres “padres simbólicos” de la escritura contemporánea, tres figuras en las que el problema de lo vanguardista en narrativa vuelve a aparecer, pero como intento de mostrar la vigencia de lo literario en un panorama que se considera “post” autónomo, “post” literario y hasta “post” estético. Un discurso del después, resistido o, mejor, incorporado y transformado por la escritura del propio Piglia, de Héctor Libertella y de César Aira.

Frente al fin de la literatura, entonces, tres respuestas: Piglia, o la continuación de lo literario en lo ensayístico, y viceversa; Libertella, o la obcecación de lo literario y el rechazo al mercado en una escritura asumida como marginal: Aira, o la reducción del peso de la obra como forma de mantener intacto, abstracto, el procedimiento. La literatura sobrevive por esos medios, por esas astucias, que llegan a la escritura de Cabezón Cámara, Katchadjian, Tabarovsky, Mario Ortiz y Chejfec, digamos, intentos por continuar en articulaciones particulares esos mismos caminos, desafiándolos, cambiándolos, asumiéndolos, matándolos, como el psicoanálisis nos ha enseñado que hay que hacer con los padres. De ahí el cierre del libro de Premat, atento a la manera en que la crítica se desarrolla tanto en el ámbito académico como en el espectro amplio de lo social: la literatura (argentina) sobrevive gracias a la vanguardia, gracias a mantener el cisma y los deseos utópicos de lo vanguardista, y eso termina por ofrecer una sobrevida que vuelve a la lectura del crítico en un panorama en donde todavía es posible… no sabemos si vivir de la literatura o de la crítica, pero sí escribir. Aun cuando todo termine.

Julio Premat, ¿Qué será la vanguardia? Utopías y nostalgias en la literatura contemporánea, Beatriz Viterbo, 2021, 236 págs.